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octubre 13, 2010

Your Gay Friend: Chapter 6


CAPÍTULO 6: ¿Yo? ¿Celoso?

Mi semana había sido un completo asco. Y no estaba exagerando cuando decía que había sido un asco. No sólo me había enterado que la cosa entre Edward y Félix iba en serio, sino que iba a llevarlo a cenar con Esme y Carlisle, mis segundos padres, por así decirlo.

Alice había descubierto mi enamoramiento oculto y había llevado un plan a cabo junto con mi otra mejor amiga Rosalie, vistiéndome como prostituta para conquistar a su hermano, quien sólo se preocupó por mi nuevo look…por cinco segundos, y ni siquiera de la forma esperada. Había dormido o intentado dormir con su amiguito pegado sin que este se mosqueara siquiera. Finalmente, también terminé confesándole al bocaza de Emmett, que tenía sentimientos por Edward el homosexual. El muy maldito incluso estaba feliz, ¿querían trastornarme?, llegó un poco el alivio cuando me encontré con Jacob Black en un Pub, y prácticamente se me cayó la baba al verlo. Eso provocó la ira de Edward, con quien me peleé minutos después de que amenazó a mi nuevo amigo.

El domingo había ido bastante tranquilo, me desperté en casa de Alice bastante temprano y aproveché para irme a mi casa escabulléndome por los pasillos para no tener que cruzarme al ser que mas amaba en la tierra.

- Vas a pagarlas todas Edward Cullen, esto no va a quedar así. – Pensé al pasar por la puerta de su habitación, observándolo mientras dormía.

Saludé a Esme, la única persona que estaba levantada, y ella me llevó hasta la entrada del pueblo. Quería caminar un poco, y aunque no le gustó la idea de dejarme no muy cerca de casa a esas horas, accedió, sabiendo que nada me pasaría.

Llegué a casa, tiré mi mochila en el sillón, y comencé a hacer los quehaceres del hogar, mientras ponía un disco de The Fray en el reproductor, y desayunaba a medias. Había terminado de barrer, trapear y lavar la ropa alrededor del mediodía. Comí unos simples sándwiches en el almuerzo, mientras terminaba unas tareas para el martes. Ya eran las tres de la tarde cuando corrí escaleras arriba hasta la habitación de mis padres. Hurgué en su baño, y encontré unas pastillas que Reneé usaba para dormir.

- Las necesitas Bella – susurré mientras sacaba un pequeño cilindro que había dentro del frasco. Bajé otra vez, y la partí a la mitad. No sabía que efecto podía tener aquello en mi organismo. La tomé, seguida por un vaso de agua, y comencé a desarmar mi bolsa hasta que sentí que por fin el medicamento comenzaba a hacer efecto. Me desplomé en la cama de mis padres, me cobijé con la frazada y finalmente cerré mis ojos.

Me desperté en la mañana, muerta de hambre y sed, por supuesto, pero esas casi quince horas de sueño me habían vuelto a la vida. Llamé a Reneé para que supiera como iba la cosa por aquí, tomé mis apuntes y me subí al monovolumen de camino a la escuela. No me crucé a Edward durante las primeras clases, tal vez se las había saltado. Cuando quise darme cuenta, ya me encontraba en la cafetería, con la mirada perdida en las diferentes pancartas que anunciaban que la graduación se aproximaba en menos de veinte días. Pensaba en Edward, en Jacob, mi cabeza era un nido de pájaros.

-… - otra vez esa puta respiración en mi espalda, me trastornaba más de lo que ya estaba. Te lo advertí, Newton. Dos milésimas de segundo después, estampé mi puño contra la nariz del chico, sin siquiera darme vuelta. Sonreí triunfal al sentir que alguien cayó al suelo. Comencé a mirar a mí alrededor, todos reían por lo que había hecho, Ángela, Ben, Eric, Stanley, Alice, Mike… ¿Mike? Un segundo… ¿no era él a quién yo le había pegado? Me volteé y agaché la mirada para encontrarme con…

- Linda forma de recibir a tu amigo en su primer día…

- ¡Jake! ¡No sabes cuanto lo siento! – me agaché para socorrerlo, mientras aún se frotaba la nariz. – Perdóname, perdóname, de verdad.

- ¿En qué estabas pensando? – rió.

- Pensé que eras él – señalé en dirección a Mike, quien intentó esconderse detrás de Jessica. – Me ha estado trastornando desde que rompimos.

- ¿Cuánto tiempo hace que rompieron? – preguntó inesperadamente.

- 10 meses – me sonrojé, pero esta vez, producto de la vergüenza de haber salido con semejante patán.

- Puedo darle un puñetazo mil veces mejor que el tuyo si eso quieres – comenzó a pararse para caminar en dirección al rubio.

- ¡No! –chillé-. Ya me vengaré yo más adelante – finalmente susurré. El soltó una carcajada, pero luego una mueca triste inundó su rostro.

- No me agregaste a tu cuenta de Facebook – agachó la mirada.

- Lo he olvidado. Ni siquiera prendí la computadora ayer. Llegué temprano y tomé una pastilla para dormir… me fui a la cama a las tres de la tarde, lo siento - me ruboricé.

- Vaya…realmente estás loquita, -soltó una corta carcajada, y me tomó de la barbilla para que lo mirara a los ojos – pero te disculpo. – Me dijo aquellas tres palabras de de manera extremadamente sexy y por eso mis piernas fallaron, y caí encima de él en el suelo. Comenzó a reír mientras se levantaba y me tendía su mano para que yo también lo hiciera. No quería ni imaginar el color de mis mejillas en ese momento.

- ¿No ibas a la escuela en la reserva? – pregunté mientras nos dirigíamos a la mesa de siempre con mis amigos.

- Esto… me han expulsado por una pelea en el aparcamiento. Los grandulones estúpidos de Paul, Jared y Sam estaban molestando al pequeño Seth Clearwater. No podía dejar que lo trataran así, entonces intervine, y me defendí. El rector salió y nos vio mientras intentaba arreglármelas con Paul y Sam. A ellos también los expulsaron. No estoy arrepentido de lo que hice – me miró con cierta nota de orgullo en su rostro. - Hablé con mi padre y él me dio la razón. Sue, la mamá de Seth llamó más tarde para agradecerme, él realmente necesitaba alguien que lo ayude, no está bien, su padre falleció hace un mes.

- Lo siento tanto…

- También yo, Harry era una excelente persona. Así que mi papá llamó la semana pasada a tu papá, quien habló con tu mamá, quien habló con la Sra. Cope, quien habló con el Sr. Jenks, explicándole mi situación, y conseguí que me permitieran graduarme en dos semanas, gracias a mis notas. Sólo tengo unas complicaciones con algunas áreas, nada grave.

- Eso es genial Jake de verdad.

- Me agrada saber que puedo pasar tiempo contigo aquí. – se ruborizó y tomó mi mano delicadamente. Dios Santo, ese chico iba a volverme loca.

Estábamos casi llegando a la mesa cuando observé cómo Edward entraba en la cafetería de manera peligrosa, flaqueado por Félix, quien intentaba acompasar sus pisadas.

- Creo que tendrías que estar al tanto de las reglas. No puedes estar en la cafetería de una escuela si no eres alumno de ella, Black – gritó mientras avanzaba a paso firme hacia nosotros. Todos los alumnos caminaron hasta sus mesas para dejarle el centro del lugar libre a Edward.

- Lamento informarte, Edward – dijo su nombre con cierto humor mientras reía descaradamente. – Que seremos compañeritos por dos semanas, me acaban de transferir.

- Oh, y dime, ¿has formado parte de una riña o algo por el estilo para irte de tu vieja escuela?

- Fue correcto lo que hice – la cara de Jacob se transformó en enojo, y comenzó a andar para encontrárselo a medio camino.

- ¿De verdad? La violencia no es buena Black, deberías saberlo. –Edward también comenzaba a acercarse. Mierda. Esto pintaba mal.

- Mira, Eduarda, Reina de las Mariposas, ¿por qué no te mandas a volar a otra parte?

- Lo haré cuando dejes en paz a MI amiga – recalcó la palabra mí, como si yo le perteneciera.

- ¿Por qué no le preguntas a TÚ amiga qué es lo que quiere?

- No hace falta que se lo pregunte. La conozco demasiado – dijo arrogante. Mi paciencia había llegado al límite. Caminé intentando no tropezar y me interpuse entre ambos.

- PREGÚNTAMELO, EDWARD – lo fulminé con la mirada, logrando que agachara la cabeza.

- … - un silencio sepulcral invadió la sala. No me había dado cuenta hasta ese momento que todo el Instituto estaba pendiente de nuestra disputa.

- ¡Pregúntame que quiero, Idiota! – lo amenacé.

- ¿QUÉ ES LO QUE QUIERES, ISABELLA?

- ¡LO QUIERO A ÉL! – grité llena de ira, mientras unas lágrimas amenazaban a mis ojos. - ¿Podrías dejarme ser feliz alguna vez? Pareciera que estuvieras enamorado de mí – su rostro se volvió pálido- …no, no enamorado – me retracté-, pareces mi padre. ¡Ni siquiera él es tan insoportable, masoquista y posesivo como tú! ¡Dios!

- ¿Contesta eso a todas tus inquietudes Edwardcita? – intervino Jacob.

- Ya veremos quien te cuida cuando este chucho te rompa el corazón – me miró directamente a mí, sin siquiera observar a Jacob de reojo. Dicho esto, comenzó a caminar con furia hacia la salida, tomó a Félix de la mano a su paso, y abandonó la cafetería, dándole tan estrepitoso sacudón a la puerta giratoria, que creí que saldría volando.

El timbre sonó y supe así que mi pesadilla recién comenzaba. Tenía hora de biología y realmente debía ir. Teníamos que entregar un proyecto con Edward, para que el profesor Molina cerrara las calificaciones, además de que tendríamos que cumplir nuestro rol de tutores. Tenía un par de teorías sobre quien podía ser el nuevo alumno, aunque preferí no decírselo a nadie. Solté a Jacob y fui primero al baño a lavarme la cara y refrescarme la nuca. Hacía bastante que no estaba así de tensa, aunque mi vida estuviese llena de momentos incómodos últimamente.

Llegué al salón y allí estaba el maldito de cabello cobrizo sentado en su asiento habitual. Recordé, al sentarme a su lado, el apodo que Jacob le puso: Eduarda, "Reina de las Mariposas", y no pude evitar reír. Él me fulminó con la mirada, y luego dirigió sus ojos a la puerta. Si hasta hace menos de tres segundos, su expresión daba miedo, deberían haberlo visto cuando escuchó al profesor hablar con el nuevo alumno. Parecía un vampiro que saltaría en cualquier momento a masacrar un pueblo completo.

- Muy bien, Sr. Black, bienvenido a clase, le asignaré a sus tutores seleccionados por mí para ayudarlo en esta área. La semana próxima será su examen final, así que le aconsejo que les preste mucha atención a sus nuevos compañeros, la Srta. Swan y el Sr. Cullen.

- No se preocupe profesor, lo haré…créame que lo haré. – carcajeó.

- Me gusta su predisposición, chico. – el profesor palmeó su hombro. - Ellos se encuentran en el tercer…

- No se preocupe, ya los conozco. – El profesor asintió y Jacob caminó en nuestra dirección. Tomó una banqueta al pasar y la colocó a mi lado, mientras me ruborizaba y reía.

- ¿Tú aquí? – lo miré, embobada.

- ¿Sorprendida? También yo – rió. – Hola Edwardita, ¡tanto tiempo sin verte! ¿Cuánto han pasado? ¿Tres minutos?

- Agradece que todavía no estás muerto – Edward dijo en un susurró para finalmente sonreírle al profesor, que caminaba en nuestra dirección.

- Fases de Mitosis – depositó un microscopio, las láminas y una cebolla en el pupitre. – Ya saben lo que deben hacer. Espero que recuerden lo que le dije de los tutores, no me hagan quedar mal con el Sr. Black. – guiñó el ojo y se dirigió a su escritorio otra vez.

- ¿Qué te parece si comenzamos? – sonreí amargamente. Jacob se dio cuenta al instante.

- Bells, si quieres puedo decirle al profesor que me cambie de tutores…

- Esa sería una excelente idea – intervino Edward.

- ¡No te metas donde nadie te está llamando! – lo fulminé con la mirada. – Ahora, vas a cerrar ese pico, y vas a ayudarme con esto. Es la única maldita materia en la que tengo diez y no quiero que deje de ser así porque tú te comportas como un pendejo. – me miró, colerizado, pero finalmente asintió y se acercó más a nosotros.

- Bien – intentó sonar calmado aunque no le salió. – Esta lámina – tomó una lámina del escritorio y la colocó temblando bajo el microscopio – es la primer fase, la Interfase. Para reconocerla, te darás cuenta por el nucléolo que lleva en su interior, además de los dos pares de centríolos. – Edward explicaba mientras Jacob observaba detenidamente a través del lente. Ver a los dos hombres más guapos que había visto en mi vida estudiando una materia como biología me tenía increíblemente excitada, debo admitir.

- La Profase – comencé a hablar mientras colocaba la segunda lámina, aún híper ventilando – es la segunda etapa y la más larga, pues comienzan a formarse los Cromosomas y los centríolos comienzan a separarse.

- De acuerdo, creo que estoy comprendiendo – Jacob sonrió, mientras miraba otra vez por el lente.

- Que bueno – Le dije, sonriente. Noté como Edward rechinaba los dientes a mi izquierda. – Bien, esta lámina, es la Metafase – coloqué el pequeño pedacito de en el microscopio.

- Esa no es la Metafase, Bella – Intervino Edward – es la Anafase.

- Edward – traté de sonar tranquila y convincente. – Ni siquiera la has mirado. Es la Metafase.

- Es la Anafase – me desafió. Sabía que estaba haciéndolo a propósito y que era yo quien llevaba razón.

- Edward, te digo que es la Metafase, puedes observar la Placa Metafásica, mira si no me crees.

- Vi la plantilla y es Anafase.

- No, no lo es – comencé a enfadarme y a hablar más fuerte. - ¡Y ni siquiera la has mirado!

- Sí, si lo hice. Y sí, si lo es Bella, es la Anafase – Edward gritó. Jacob nos miraba confundido.

- ¡Te digo que no!

- ¡Es la Anafase!

- ¡Metafase!

- ¡No!

- ¡Si!

- ¿Se puede saber que está pasando? – el Sr. Molina se levantó de su asiento, dándole un golpe al escritorio para llamar nuestra atención.

- Edward está diciendo que esta lámina es la Anafase, y es la Metafase profesor – dije fulminándolo con la mirada.

- Profesor, Bella es la que está equivocada aquí – me devolvió otra mirada cargada de ira.

- Chicos, si no pueden ponerse de acuerdo le asignaré otros tutores al Sr. Black.

- Me parece que sería lo mejor. – Edward habló de forma simpática. Jacob estaba preparando una sarta de barbaridades para decirle.

- Pues a mí no – decidí discutir. – No voy a permitir que la incompetencia de Edward y su falta de uso de su conocimiento arruine mis calificaciones y mi capacidad de enseñar.

- ¿Me estás llamando incompetente?

- ¡SÍ, CREO QUE ESO HAGO!

- MIRA NIÑA…

- ¡YA BASTA LOS DOS! A LA SALA DE CASTIGO – gritó el Profesor enfadado.

- ¿Qué? – gritamos al unísono.

- Lo que oyeron. Los quiero a los dos ahora en la sala de detención. Señor Black, ubique su asiento con el señor Yorkie y el señor Cheney por favor. Ellos se encargarán de usted por el resto de la clase.

Agaché la cabeza para no mirar a ninguno de mis compañeros, y moví mis pies por los pasillos hasta la sala de detención. Era la primera vez que me castigaban, y también la de Edward, que caminaba justo detrás de mí, agarrándose la cabeza con ambas manos. Ni siquiera se me acercó. Era bastante listo, sabía lo que le convenía.

Tomé asiento en el primer banco y vi que Edward se sentó en el lugar que había libre al lado. El salón estaba totalmente vacío. Si no estuviera tan cabreada, apuesto mi vida a que estaría imaginando como sería tener sexo casual tumbada en el escritorio del profesor con ese Dios Griego embistiéndome. Pero ahora, sólo podía pensar en lo raro que estaba, y en lo estúpido que parecía ante los ojos de Jacob.

- Bella…

- ¿Qué? –agachó la cabeza.

- Quiero hablar contigo.

- Si es para seguir criticándome y quejándote de mi vida, o para discutir si esa puta lámina era Anafase o no sé que mierda, realmente prefiero que las cosas queden como están.

- Yo nunca…

- Por favor, Edward – lo corté.

- Lo siento – dijo finalmente. Sus ojos parecían triste y su rostro…apenado. Ya me estaban temblando de nuevo las piernas, este tipo un día iba a matarme de un paro al corazón.

- Yo…

- Déjame hablar, por favor – rogó con ternura. Asentí con la cabeza. – Me he portado muy mal. Estos días… no sé. Todo se volvió algo confuso. Este chico me cayó mal desde el principio, y verlo contigo, siempre tan inocente…no sé Bella, me pintó mal. Tal vez esté equivocado, no lo sé. Además, noto que quieres pasar mucho tiempo con él y te necesito.

- Edward – carcajeé- ¿tú estás…celoso? – saqué la lengua.

- Yo…no, es sólo que, las cosas con Félix no están muy bien, no noto que las cosas marchen como antes. –agaché la cabeza.

- Edward…

- De acuerdo, quizás esté algo celoso – admitió finalmente. Creí que iba a morir de amor, hasta que volvió a hablar. – Eres mi mejor amiga…aunque pensándolo bien, tú pasaste por la misma situación con Félix…creo que no debería molestarme tanto – rió. Genial, otra vez dándome falsas esperanzas. Aunque no sé de que esperanzas hablaba si había renunciado al plan dos días atrás. Jacob Bella, piensa en Jacob.

- Me gusta que estés celoso – esbocé una sonrisa falsa y salí de mi asiento. – Eso demuestra que me quieres – me senté en su regazo y rodeé su cuello con mis brazos.

- No te quiero – acomodó detrás de mi oreja un mechón de pelo suelto, mientras me miraba a los ojos. – Te amo, y no sabes cuanto. De verdad lo lamento, ¿podrás perdonarme? - me paralicé.

- Por supuesto – choqué mi frente con la suya y reí. Jamás podría permanecer peleada con él por mucho tiempo.

Justo en ese momento, la puerta se abrió y el profesor Molina, carraspeó, mientras ponía los ojos como platos. A simple vista de una persona desconocida, parecíamos pareja. Una pareja muy cariñosa.

- Bien – nos soltamos automáticamente, logrando que riera a carcajadas. – No sabía por donde venía la mano exactamente.

- Profesor, quería pedirle disculpas – Edward le admitió al Sr. Molina – yo fui quien metió a Bella en problemas y la hice enfadar. Si va a tomar medidas, me haré cargo de ellas, de verdad. Bella es excelente en la materia, una alumna de diez.

- Oh por favor Edward, no voy a tomar medidas – nos tranquilizó. – Sólo tenía que poner orden. Debí imaginarme que estas eran las típicas peleas de pareja que deben tener habitualmente.

- Profesor…nosotros no… somos pareja – me ruboricé.

- Vamos chicos, no hace falta que me lo oculten, saben que son de mis favoritos. Se les nota en la mirada. Yo no diré nada si eso quieren… - genial. Sentía a mis mejillas colorearse y a Edward respirar agitado. De golpe, mi amigo soltó una estruendosa carcajada.

- De verdad profesor, Bella y yo somos como hermanos.

- Perdón por el atrevimiento – se disculpó- . Creí que ustedes…

- Todos se confunden, no se preocupe – carcajeé nerviosa. – Es que somos de verdad muy unidos.

- Sí, lo noté – enarcó una ceja a Edward quien rió por lo bajo. – Bien, pueden irse chicos. Voy a extrañarlos, de verdad. Vengan a visitarme más adelante. ¿Saben ya a qué universidad asistirán?

- No todavía – hablamos a coro.

- Bien, manténgame al tanto, ¡felices vacaciones! – se acercó y nos estrechó a ambos en un abrazo. Bien, no había sido un castigo de verdad, pero había servido para volver a mi relación normal con Edward. Nos retiramos del salón de castigo, yo encima de él, quien me cargaba en su espalda corriendo por los pasillos. Llegamos a la cafetería. Tuve una sensación de deja vú al ver a Alice parada mirándonos de forma calculadora y supe exactamente que diría segundos después.

- ¿Ahora también follan en la sala de castigo? – esta vez, nadie en el lugar se volteó. Ya estaban acostumbrados todos a las estupideces de Alice y su increíble adicción al sexo.

Nos acercamos hasta la mesa sin decir más nada. Alice y Rose comenzaron a organizar los planes para el próximo fin de semana, carajo, si que amaban festejar.

Unas manos taparon mis ojos, aunque no fue necesario adivinar quien era.

- ¿Aprendiste algo de los ñoños? – comencé a reír a carcajadas.

- ¿Y tú has aprendido algo durante tu castigo? – Jake liberó mis ojos y se sentó a mi lado.

- Sí…que no debo ser tan jodidamente histérica. – Todos a nuestro alrededor rieron. De golpe, Edward se levantó un poco de su silla y habló educadamente.

- Jacob – mi amigo moreno levantó la vista. – Quiero disculparme por mi comportamiento estúpido. Te he subestimado y de verdad lo lamento. Sólo te pido que la cuides… o no me arrepentiré. Ah – dejó escapar una risa – siento haberte llamado chucho.

Y yo siento haberte llamado Eduarda la Reina de las Mariposas...No, en realidad, no. Fue muy gracioso – todos explotaron de la risa al unísono. Ambos estrecharon las manos, aunque los ojos de Edward decían algo más, algo que realmente no pude reconocer.

El almuerzo siguió normalmente, aunque cuando sonó el timbre, Jacob llamó la atención de todos.

- Ey, tengo una propuesta para hacerles. ¿Qué les parece ir a First Beach en parejas este miércoles?

- Nosotros nos unimos – Alice habló por ella y Jasper.

- Ni hablar de mí – Emmett gritó. Llevaré mi pelota de Rugby.

- Tendré que ponerme ropa desagradable, pero iré – Rosalie sonrió.

- Es una excelente idea, Edward y yo iremos – Félix aceptó.

- Bien, creo que el miércoles tenemos planes – dije feliz. Todos gritaron de alegría.

Casi ni sentí el martes. Decidimos saltarnos las clases del miércoles para llegar temprano a la playa. El día estaba soleado, y el clima es siempre tan impredecible aquí en Forks… había que aprovechar los rayos ultravioletas que ocasionalmente salían. Me pude dar el gusto de usar las gafas de sol que mi madre me había regalado para mi cumpleaños, acompañados de los pasajes a Florida, vacaciones que disfrutamos al máximo gracias al calor de aquella ciudad.

- El último que llegue encenderá la fogata – Jacob desafió y todos corrimos hasta la arena. Rosalie bufó al llegar última y todos comenzamos a molestarla.

- De todas formas, no iba a caminar mucho, no quería ensuciarme – nos miró de mala gana mientras apilaba unas ramas que había cerca. Emmett decidió quedarse a ayudarla.

- Iremos a dar una vuelta – Jasper tomó de la mano a Alice y se perdieron entre las rocas. No quería ni siquiera imaginar que estarían haciendo en unos minutos.

- Vi como Edward comenzó a caminar de cara al mar, y Félix lo siguió.

- Ven, hay algo que quiero que veas.- Jacob me tomó de la mano y comenzamos a caminar por la arena. Llegamos hasta un tronco blanco, producto de la sal del mar. Era enorme, y juro que al principio me costó descifrar qué era exactamente. Jacob saltó y de un solo brinco, ya estaba sentado en ese pedazo de madera.

- Vamos, tonta, te ayudaré – bromeó y me tendió la mano para que pudiera ponerme a la par de él. No logré subir en los primeros intentos, pero finalmente Jake tuvo la fuerza para levantarme y acercarme a él. Sentada desde allí, podía ver a mis amigos – salvo Jazz y Alice, por supuesto. Edward miraba el mar pensativo, con las manos de Félix rodeando su cintura por atrás.

- Bells – Jacob llamó mi atención. - ¿Alguna vez te dije que eres una chica muy bonita? – preguntó sonrojado. No pude evitar soltar una estruendosa carcajada. Él me miro, confundido.

- Jacob, ¿desde cuando haces cumplidos? No pareces tú.

- ¿Y cómo tendría que hacer para poder darle un beso a una chica y que ella me corresponda?

- Simplemente bésala y ya.

En ese momento, sus labios chocaron con los míos, de una forma violenta, pero sensual. Le correspondí el beso como si mi vida dependiera de ello, con urgencia, con cariño. Rápidamente su lengua pidió permiso para encontrar la mía, el cual fue imposible negarle. Me sujetó por la cintura y me abrazó a su cuerpo con cariño. Yo rodeé su cuello con mis manos. Todo mi sistema nervioso estaba temblando. Ahora me daba cuenta que realmente me importaba Jacob. Él no era Edward, pero tal vez pudiera serlo algún día. Estaba tan compenetrada en el beso, que casi no oí el grito que profirió mi mejor amigo a diez metros de nosotros.

Edward's POV

Haber sido un asno con Bella durante todo el fin de semana: sí, me declaraba culpable. Por eso le pedí disculpas a mi mejor amiga, durante nuestro castigo con el Sr. Molina, quien luego nos confundió con pareja. Por suerte ella me perdonó, no quería recurrir a la excusa de por qué la trataba mal, ya que esta excusa era bastante poco creíble, incluso se burlaría si dijera que era inevitable enojarme al verla con ese perro, pero era cierto. Una parte de mí, se preguntaba, ¿Edward, qué demonios estás haciendo?, mientras que la otra disfrutaba volver loco a ese chico que quería arrebatarme a mí ángel. Finalmente, supe que debía aceptar el viaje a la playa todos juntos, así no sospecharían que estaba que explotaba de celos. Bella lo sabía, por supuesto, pero rogaba que no se lo dijera a nadie. Caminé hacia el mar, tenía ganas de acercarme y sentir las olas chocar mis pies, y el viento tocar mi rostro. Dos brazos me tomaron de sorpresa por la cintura. Mi novio apoyó su cabeza en mi hombro, y nos quedamos por unos minutos mirando el horizonte. Escuché una carcajada a mis espaldas, una carcajada que reconocería en cualquier lado. Me volteé para buscar a Bella con mis ojos, y me encontré con una imagen que me destruyó el corazón. Aguarden, ¿dije el corazón? ¿Qué carajos te está pasando, Edward Cullen? Ver a Bella besándose muy apasionadamente con el perro, despertó otra vez mi ira, que había apaciguado dos días antes. Me volteé, logrando que Félix se soltara y comencé a caminar en dirección a la nueva pareja feliz.

- Edward, ¡cuidado! Mi novio me advirtió, pero no lo escuché. Justo en ese momento, sentí un dolor punzante en la planta de mi pie izquierdo. Genial, me había clavado una puta botella de vidrio roto. Me senté en el suelo, aullando de dolor, y sentí como la sangre corría por mi talón. Pude observar como todos mis amigos corrieron en mi dirección, encabezados por Bella, que al ver la sangre, se cubrió la nariz y comenzó a caminar más rápido.

- ¡Edward!

- Mierda – grité de dolor al intentar sacarme el vidrio del pie.

- ¡Edward! , carajo Edward – Bella tomó asiento a mi lado para ayudarme. Tenía los labios hinchados. Maldito perro buen besador.

- ¡Ouch! – aullé, ya exagerando un poco. Me gustaba que ella se preocupara por mí.

- ¿Estás bien?

Miré a Jacob, con odio. Y luego a mi amiga, quien se notaba feliz. Seguía sin comprender por qué estaba TAN molesto.

- Sí, estoy bien. Estoy perfectamente bien.

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