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octubre 13, 2010

Your Gay Friend: Chapter 12


CAPÍTULO 12: Quédate

Edward's POV

Ver a Bella antes de la entrega de diplomas me rompió el corazón. No parecía ella. Su rostro estaba lleno de dolor, lleno de angustia. No se parecía en nada a mi mejor amiga, siempre con una sonrisa, aunque se estuviera rompiendo por dentro.

Ni la miré durante la ceremonia, pero me sentí demasiado orgulloso al verla subir hacia el escenario para recibir su diploma. Ya era una mujer, y eso era exactamente lo que yo quería, que fuera MI mujer. Luego recordé que tenía un pasaje y una solicitud de Universidad esperando en Italia para el domingo por la mañana. Tal vez pudiese hablar con ella de todas formas. Salí rápido del gimnasio cuando el acto terminó, pero me arrepentí y me volteé para ir a felicitar a Bella y tenerla cerca aunque sea por unos últimos dos minutos. La encontré abrazada a Jacob Black, quien la miraba embelesado. Ya había terminado mi oportunidad. Lo supe cuando ella le devolvió el abrazo.

Llegué hasta mi coche y aceleré, sin importarme nada. Al llegar a mi casa, volví a encerrarme en mi habitación y a llorar, nuevamente. Odiaba mi vida. Al despertarme al otro día, me di cuenta que me había quedado dormido en mis propias lágrimas. Patético.

Tanto el viernes, como el sábado, parecieron semanas. No sabía diferenciar las horas de los minutos. Dormía a cualquier hora y solo salía de mi habitación para comer algo rápido o comprar cigarrillos en una despensa. Supe que era sábado a la tarde porque Alice llegó corriendo desde la casa de Bella, para prepararse, pues Jasper la iría a buscar.

- ¿Seguro que no quieres venir?

- Estoy seguro – dije resignado. No podría soportar un segundos más, viendo a Bella en brazos de otro tipo.

- Llámame cualquier cosa.

- Sí, Allie, adiós – la abracé, despidiéndome de ella. Obviamente, mi hermana no sabía que en unas horas me iría para no volver. Tampoco Emmett, que insistió en llevarme también a la fiesta, pero me negué.

Cuando ambos se fueron, cerré la puerta con tranca y preparé mis bolsos, sacando de las repisas todo lo que me llevaría. Una hora después aproximadamente, alguien golpeó la puerta.

- ¿Quién es?

- Abre la puerta hijo, tenemos que hablar.

- Ya voy, madre – tomé una última bocanada de aire, y me preparé para enfrentarla.

Abrí la puerta con cautela, ella me miraba curiosa. Su boca formó una o cuando vio mis maletas sobre la cama.

- ¿Puedes explicarme esto, por favor? – señaló en dirección a mis pertenencias

- Tengo una solicitud para la facultad de medicina en Italia. El miércoles decidí aceptarla.

- No te puedes ir así – comenzaron a formarse lágrimas en sus ojos. Eso me destruyó.

- Mi vuelo sale mañana a las seis y media, ya no puedo hacer nada.

- Hijo por favor no te vayas – mi madre corrió a abrazarme, llorando. No pude evitar hacerlo yo también.

- Mamá, es lo mejor, necesito esta oportunidad – mentí.

- Yo sé de que viene todo esto. Alice me dijo todo, Edward. – aquel comentario me dejó helado.

- No sé de que estás hablando – intenté hacerme el desentendido.

- ¿Vas a irte sin pelear por ella, Edward? Bella te ama desde que tengo recuerdos. Siempre lo supe, pero por supuesto, tú tenías otras preferencias. Ella ya es tuya, y lo seguirá siendo, aunque estés a miles de kilómetros de distancia, ¡entiéndelo!

- ¿Me acompañarás al aeropuerto? – no iba a ponerme a hablar de Bella nuevamente. Debía escaparme de aquella situación.

- No evites la conversación Edward…

- ¡Un cuerno! No quiero hablar más Esme, sólo dime si tú y papá irán conmigo hasta el que me vaya.

- ¡Lo haremos! – gritó, llorando aún más fuerte.

- Gracias, ahora por favor déjame solo.

Solamente asintió y salió de la habitación, llorando desconsoladamente. Esto estaba haciéndome mierda.

Tuve que aguantar un par de horas más tarde el sermón de mi padre, aunque él se mantuvo un poco más calmado. Sólo faltaba hablar con mis hermanos, pero eso sería cuando regresen. De esa forma, no tendrían forma de hablar con Bella, aunque no creo que hiciera mucho por detenerme tampoco.

Eran las tres de la mañana cuando mi móvil sonó. Me sorprendió ver quién me estaba llamando.

- ¿Félix?

- Edward, ¿dónde demonios te metiste? – de fondo se escuchaban música y gritos. Me estaba llamando desde el Instituto.

- Estoy en casa Félix…

- ¿No vas a venir al baile? ¡Todos están aquí! Debo admitir que las idiotas oxigenadas han hecho un buen trabajo. ¡Hasta a Ang le gustó! Está bailando con Ben Cheney ahora, increíble.

- Eso es genial Félix, pero no iré…

- ¿Por qué?

- Me voy a Italia en unas horas

- No es gracioso… - mi antiguo novio no me creía.

- No estoy mintiendo…

- ¿Pero no habías rechazado la solicitud? – preguntó, extrañado.

- Nunca la rechacé, el miércoles llamé para confirmarla.

- EDWARD NO PUEDES IRTE ASÍ – comenzó a gritar como loco - ¿qué hay de tu familia? ¿qué hay de tus amigos? ¿qué hay de Bella?

- Quiero dedicarme un tiempo a mi persona…

- No es la solución hacerlo en otro continente… ¡vas a arrepentirte! Piensa en todos por favor…

- Estarán bien sin mí. Sólo necesito que mantengas esto en secreto, y ni siquiera se te ocurra hablar con ella de esto.

- Pero… ¿No se han arreglado, verdad?

- No, así que no le digas nada, no quiero que tenga lástima de mí. Por favor, no le digas nada…

- Pero…-volvió a decir.

- Promételo – lo corté.

- De acuerdo – dijo resignado. – Sólo si me prometes que vas a pensarlo.

- Félix, el avión sale en unas horas, ya no hay marcha atrás. Voy a irme a Italia y todo estará bien.

- ¿Qué tú qué? – Una voz chillona desde la puerta me hizo saltar del susto. El teléfono cayó al suelo y observé como las lágrimas comenzaban a formarse en los ojos de Alice.

- Alice, ¿qué haces aquí?

- Vine a verte para ver si estabas bien, y me encuentro con esto… ¡explícame de qué carajos hablas!

- Yo… - intenté excusarme.

- ¡SÓLO REPITE LO QUE ACABAS DE DECIRLE A FÉLIX!

- Alice, me voy a Italia – genial, otra vez comencé a llorar.

- ¿Qué? – Emmett apareció detrás de ella.

- Ya lo oyeron, no quiero repetirlo de nuevo – agarré mi cabeza entre mis dos manos.

- ¿Cuándo? – Emmett comenzó a violentarse.

- El vuelo sale en tres horas y media – agaché la cabeza, avergonzado.

- ¿Vas a irte sin más, dejándonos así? Somos tu familia y lo ocultaste, ¿te has vuelto loco? Deberías quedarte y hacerte cargo de tus errores Edward.

- ¿De qué errores estás hablando?

- De Bella, maldita sea, ¿te escapas por eso? – se acercó y me empujó, tumbándome en la cama. – Pensé que habías cambiado, pero sigues siendo igual de marica que hasta hace un tiempo. ¿Cuándo vas a darte cuenta que no puedes escaparte de todo como si nada?

- Cierra el pico – me paré para enfrentarlo. Nuestras frentes chocaron. Alice sollozaba desesperada para que nos separáramos

- ¡Paren, por Dios! - En ese momento vi algo que me sorprendió. Emmett derramó una lágrima. Me separé un poco y lo abracé. El aún quería golpearme, pero no sé de donde saqué la fuerza suficiente y afortunadamente logré detenerlo. Me devolvió el abrazo, sin querer soltarme.

- Maldita sea, ¿qué voy a hacer sin ti? – rió amargamente mientras me zamarreaba por los hombros.

- Estarán bien – intenté sonar fuerte. - ¿Vendrán a despedirme?

- Lo haremos – dijeron a coro y en ese momento Alice se sumó a nuestro abrazo. Nuestros padres entraron justo, para anunciarme lo que había temido.

- Es la hora – mi padre habló. - ¿Tienes todo listo?

- Sí, ya está todo. Alice…

- Dime…

- Que ni se te ocurra hablar con Bella de esto…

- Pero…

- Nada. Lo sabrá cuando me haya ido.

- ¿No le darás tiempo siquiera para que luche por ti?

- Es mejor así – agaché la cabeza, mintiendo increíblemente. Quería que ella me detuviera, pero eso sería sumamente egoísta de mi parte. Ella debía rehacer su vida.

- Va a odiarme – comenzó a sollozar de nuevo.

- Sólo échame la culpa a mí.

- Pero Edward… Dios, no puedes ser tan masoquista.

- Es el último favor que te voy a pedir en años – se estremeció.

- Argh, está bien – se quejó, pero finalmente me lo prometió.

Miré mi habitación por última vez, con nostalgia. El reloj marcaba casi las cuatro de la mañana. Tenía más de una hora de viaje a Port Ángeles, así que llegaría justo para el vuelo. Nada podría detenerme.

Bella's POV

- NO PUEDO HACER ESTO.

Jacob se quedó mudo ante mi reacción, pero dos segundos después, comenzó a abotonarse su camisa nuevamente.

- Soy un estúpido. Lo siento Bells, no quise apresurarte ni nada por el estilo. Por favor perdóname.

- ¡No se trata de ti Jake! – comencé a ponerme nerviosa.

- Sí, sí se trata de mi Bella. Soy una mierda, un asqueroso pervertido y degenerado… entiendo si no quieres volver a tenerme cerca – me miraba frustrado, y avergonzado, sobre todo.

- Jacob, yo soy la única mierda aquí, ¡Dios Santo, no puedo creer como pude llegar tan lejos! Deja de culparte, por todos los Cielos, ¡deberías odiarme!

- ¿Te has vuelto loca acaso? ¿Por qué debería odiarte? Yo fui el ridículo que te acosó. – me miraba demasiado confundido.

- Jake, me acosté con Edward – comencé a llorar, una vez que escupí la verdad.

- ¡Oh Mierda! – Jacob gritó, anonadado.

- Lo sé, lo sé, soy una maldita hija de perra, mátame si quieres – agaché la cabeza, roja como un tomate.

- No lo eres – Jacob comenzó a reír a carcajadas.

- ¿Disculpa? – no entendía nada.

- Iban a terminar así… – siguió riéndose como si nada – Bella, eras tan obvia.

- Lo siento Jake, el sábado pasado vino a casa, ¿recuerdas? Nos emborrachamos y bueno… luego todo se fue de las manos.

- Siempre supe que ese hijo de puta no podía ser homosexual. – movía su cabeza de un lado a otro, aún con una sonrisa. – La hizo bien… (1)

- Entonces…¿no estás enojado?

- Dios mío Bella, no eres mi novia, no me engañaste, sólo estábamos saliendo. Obviamente te hubiese pedido de ser mi novia si hoy hubiésemos ido un paso más…aunque siempre, pero siempre supe que no me pertenecías.

- Lo lamento – a pesar de que no estaba enojado, no podía evitar sentir culpa por lo que acababa de pasar.

- Deja de disculparte, tontita – me pegó un pequeño coscorrón. – Aunque hay algo que igualmente no me queda claro…

- Dime…

- ¿Por qué has estado tan mal?

- Es largo de explicar…

- Tengo todo el tiempo del mundo – Jacob me sonrió de una manera que me dio confianza, y supe así que el se había convertido ahora en mi amigo, y que verdaderamente quería escucharme.

Le expliqué todo lo que había pasado, absolutamente todo, desde el primer momento en que las cosas dieron un giro inexplicable, tanto para mí, como para quien había sido mi mejor amigo y mi amante – pero que aún no dejaba de ser aquella persona que amaba y que querría conmigo de por vida-. Él solo me miraba, asentía o hacía muecas graciosas, como cuando le conté la forma en que Alice nos descubrió, así como también lo hicieron Emmett y Rose, y también cuando le conté el problema de mis bragas y la cama de Edward.

- Eso lo explica todo – dijo una vez que terminé con mi monólogo.

- Siento haber prolongado esto. Quiero que sepas que jamás te usé Jake, tú me haces bien, eres un ser increíble… tienes…tienes luz propia – me sonrojé por aquella metáfora.

- Sé que no lo has hecho – levantó mi mentón con una mano. – Y también sé que me quieres… pero es evidente que funcionaremos mejor como amigos.

- Lo sé…gracias por todo – lo abracé y el me apretó más contra su cuerpo.

- No tienes que agradecerme…¿qué vas a hacer con Edwarda?

- Jake…

- Se me olvida que ya no se sienta en el Pinocho (2) – acarició su nuca y ambos reímos a carcajadas.

- Aún no sé que haré..., por cierto… ¿me dices la hora?

- Ya son más de las cuatro, ¿quieres ir por un Ponche adentro?

- Seguro – comencé a levantarme, cuando Jake volvió a hablarme.

- Bells, tu móvil está vibrando

- Pásamelo – extendí mi mano y al tenerlo, observé que aquel era un número que no tenía agendado. Me apresuré a atender, pero la persona cortó en ese momento. Observé como una figura masculina corría en nuestra dirección a través del campo, pero no podía ver con claridad. Pude distinguir también, que llevaba un móvil en la mano.

- ¡Bella! ¡Gracias a Dios! Por favor escúchame, ¡es urgente! – creí reconocer esa voz y esa silueta. Grande, musculoso…ay, mierda.

- ¿Quién eres? – rezaba porque no fuera quien yo creía que era.

- Soy Félix – Gritó, agitado. La rabia comenzó a subirme a la cabeza.

- Si vienes buscando a tu novio… - comencé a andar en su dirección - él no está conmigo, no lo molestaré más, no te preocupes - dije con resentimiento mientras me acercaba a él, encontrándolo a medio camino. Observé de reojo como a Jacob, quien me estaba flaqueando, se le escapaba una risa.

- Bella…Edward no es mi novio… ya me ha dicho todo.

- Vamos Félix, vi cuando iban al gimnasio, ya no me mientas…entiendo todo a la perfección.

- Bella, Edward rompió conmigo porque te ama a ti, por favor, ¡escúchame!

- ¿Qué? – no podía creer lo que me estaba diciendo.

- Que Edward te ama, maldita sea Bella, ¿puedes escucharme? Tú sola puedes terminar con todo esto. – tomó mis hombros y los sacudió, exigiendo mi atención.

- ¿De qué estás hablando?

- Recuerdas que Edward recibió la solicitud de Yale…

- Sí, lo recuerdo – puse los ojos en blanco. No quería siquiera pensar en ello.

- Bien, también recibió una de Italia. Creí que la había rechazado, pero cuando hoy lo llamé para saber por qué no estaba en la graduación me dijo que su avión a Italia sale en dos horas y media. Tienes que detenerlo ahora, ni siquiera comprendo por qué lo está haciendo, pero está destrozado Bella, tienes que hacer algo. Me pidió que no te diga nada, pero no puedo mirar hacia otro lado. Sé cuanto lo amas. Por favor, síguelo, ya debe estar de camino al aeropuerto.

El mundo se me vino abajo. DEBÍA detener ese avión. Me quedaba poco tiempo, y tenía que poner un plan en marcha ahora mismo, si quería volver a tenerlo conmigo. ¡Él realmente me amaba! No podía irse sin mí…

- Tengo que pararlo ahora – comencé a caminar de un lado a otro, nerviosa.

- Jake, necesito que me lleves al aeropuerto de Port ángeles ¡ahora mismo! Tengo que estar allí en una hora y media, como máximo.

- Bells, mi coche es una porquería…no vamos a llegar a tiempo – me miró, afligido.

- Yo puedo llevarte Bella, pero mi coche tampoco es muy rápido que digamos – Félix también se ofreció a ayudarme.

- Carajo – comencé a llorar otra vez. Sentía que no había ninguna esperanza. Mi móvil vibró en ese momento. Era un mensaje de texto de Alice. Quería matarla por no habérmelo dicho antes. - ¡Esta maldita va a pagármelas! – grité.

- Bella, los Cullen se enteraron hace apenas una hora que Edward se va. Cuando lo llamé, Alice lo descubrió hablando conmigo, iba a colgar, pero fue inevitable oír la conversación. Tanto Emmett como Alice están destrozados, y decidieron ir a despedirse de él, aunque creo que van a intentar detenerlo. No creo que puedan, y no es por menospreciarlos, pero sólo tú tienes ese poder. Alice no lo sabía, estoy diciéndote la verdad. Lee ese mensaje, tal vez sea importante y te sirva, de verdad.

Levanté la tapa. Era un mensaje en clave, algo que por ser mi mejor amiga, sabía que podría descifrar, y era evidente que no podía hablar en ese momento. Posiblemente estuviera en el coche, con Emmett haciendo de campana para que Edward no notara lo que estaba haciendo.

Gracias a Félix, pude comprender todo. Él me lo había explicado y ahora sabía de qué iba la cosa. Las manos me temblaron al poner la clave de seguridad para leer el texto. Incluso fallé una vez antes de dar con el número correcto.

Edward. Uni. Italia. Aero. Seistreinta. LlavePorsche. Bajoelcanterollave. Félixsabe. Aprsrate. Luego te explico.

- Debo ir hasta la casa de los Cullen, Alice dejó la llave del Porsche bajo el cantero de la entrada. Jacob, por favor, tengo que darme prisa.

- Como ordene, señorita – comencé a sacarme los zapatos y el me tomó del brazo para que mi torpeza no interfiriera.

- Félix – me acerqué a él y lo abracé. No estaba bien odiarlo, y lo sabía. – Gracias.

- Sólo ve – me dedicó una sonrisa sincera. Salí corriendo como si mi vida dependiese de ello. Aunque más bien, si lo hacía.

Nos montamos en el carro de Jacob, y tomó un atajo para llegar más rápido a la mansión.

Efectivamente, las llaves con el llavero de Winnie Pooh de Alice se encontraban bajo el cantero donde había una pequeña nota.

Ya sabes manejarlo. Si estás demasiado corta de tiempo, pon los cambios automáticos. No tengas miedo, no vas a chocar ni nada por el estilo, ya lo hubiese visto. Date prisa. Allie

- No sé como mierda voy a conducir este maldito coche – me quejé mientras me acercaba al garaje, para abrir el portón y sacar el auto.

- Tú puedes Bells, esto depende de ti ahora.

- Acompáñame – le rogué.

- Si Edward me ve contigo, no va a parar a escucharte. No puedes tener nada en tu contra Bells, debes hacerlo sola.

- De acuerdo – las manos me temblaban y sentía que las piernas podrían fallarme en cualquier momento, pero decidí sacar fuerzas de vaya uno a saber donde.

El portón terminó de abrirse y destrabé el auto, donde me zambullí una vez que escuché el clic de las puertas abriéndose. Maldito coche ostentoso. A pesar de odiarlo tanto, lo necesitaba más que nunca.

Pude observar a mi izquierda, el volvo plateado de Edward, cubierto con una lona. Se lo enviarían después a Italia, seguramente. Me estremecí de sólo pensarlo. Puse el motor en marcha y me dispuse a salir hacia la carretera. Bajé la ventanilla para hablar con Jake, antes de acelerar.

Cualquier novedad que tengas no dudes en llamarme. Si hablas con Félix, dile por favor que lo llame y hable con él, pero no que no le diga que estoy de camino. Voy a textear a Alice ahora. Gracias por todo.

- Bells, deja de agradecer y acelera de una puta vez. Luego te llamo. Róbate al gay…digo a Edward.

- Adiós Jake – reí nerviosa y pisé el acelerador. Me estremecí al ver que casi volaba. Me costaba manejar, además de que el vestido que me llegaba a los pies no ayudaba mucho. Tuve que levantarlo bastante para que no molestara al pisar los pedales. Cuando salí a la carretera me tranquilicé y decidí mandarle un mensaje a Alice, para que supiera que estaba al tanto de todo.

Ya sé todo. Voy de camino, intenten pararlo.

Otra vez comencé a llorar como idiota, aunque albergaba algo de esperanza en mí. Tenía que hacer algo para distraerme un poco.

Llamé a Jasper.

- Jazz, por favor escúchame.

- Bells, estoy con mi hermana en el coche de camino al aeropuerto. Alice me llamó hace un rato, ¿dónde estás?

- En el Porsche de Alice, en la autopista. Tengo para un poco menos de una hora de viaje.

- Voy a llamar a Alice, haremos algo para detenerlo, pero debes apurarte, no servirá si no estás ahí.

- Lo haré. Luego te llamo. - Colgué el teléfono y un rato más tarde, encendí el estéreo, más precisamente la radio, para encontrarme con algo que aún me puso más nerviosa.

- IT´S SO CLEAR NOW THAT YOU ARE ALL THAT I HAVE. I HAVE NO FEAR 'CAUSE YOU ARE ALL THAT I HAVE. IT´S SO CLEAR NOW THAT YOU ARE ALL THAT I HAVE, I HAVE NO FEAR 'CAUSE YOU ARE ALL THAT I HAVE.

- ¡Mierda! ¿Se han puesto todos de acuerdo para arruinarme? – grité enojada y me di cuenta que ya estaba entrando a Port Ángeles. Y encima alucinaba.

- Son las 5 y media de la mañana, seguimos con nuestro especial de trasnoche por Radio Forks. A continuación, un clásico de la revelación de la música Pop del siglo XXI. "Please, don't leave me". Suena Pink en radio 58.2 Radio Forks.

- ¡Puta madre! – apagué la radio. Canción de mierda. Además de que estaba llegando tarde.

Pisé el acelerador como una maldita loca, agradeciendo que no hubiera nadie en la calle principal de Port ángeles. Sólo me quedaban un par de calles hasta el aeropuerto, incluso ya lo divisaba. Ingresé en el parking del Aeropuerto en Port Ángeles y busqué una maldita plaza para dejar ese maldito coche, que por cierto, si no le daba una maldita propina al valet parking, podría desaparecer como por arte de magia. Gracias a Dios encontré un lugar cercano a la puerta principal. Salí volando y texteé a Alice.

Dime ya la plataforma. Estoy en el aeropuerto.

Me respondió automáticamente, como si estuviera esperando mi aviso y supiera exactamente que iba a ponerle.

Plataforma 98, segundo piso. Apresúrate, ¡está subiendo!

- ¡Carajo! - Entré desesperada, dejándole diez dólares al pasar al cuidador. Comencé a meterme entre el tumulto de gente y logré llegar a las escaleras. Me hice un tajo largo en el vestido para poder subir de dos en dos los escalones. – Luego vas a agradecerme Alice…- Pensé. Algo me pinchó en ese momento. Había olvidado que me había quitado los zapatos. El dolor no importaba ahora. Llegué al segundo piso y vi las caras desesperadas de mi segunda familia, que me hicieron señas hacia donde estaba la plataforma.

Corrí como nunca antes, hasta divisar el número que estaba buscando. Ya casi todos habían abordado, y eso que faltaba casi media hora para el vuelo. Me planté en el medio del amplio pasillo. Cansada. Corrí otra vez hasta la entrada al avión.

- Tengo que detener a alguien, por favor, déjeme pasar – le rogué a la azafata.

- Lo siento señorita, eso será imposible.

- Se lo ruego…- casi me arrodillo para que me permitiera ingresar.

- No puedo permitirlo, no está en mis manos. – la fulminé con la mirada y me di la vuelta, llorando desesperada.

- Muchas gracias – dije con sarcasmo, limpiando mis lágrimas.

- ¡Últimos minutos para abordar! Gritó la joven de cabellos negros.

Todo estaba perdido, seguí alejándome para reencontrarme con Esme, Carlisle, Alice y Emmett, en ese momento, llegaron agitados Rose y Jazz. Todos me miraban tristes. De pronto, la mirada de Alice cambió. Una gota de esperanza pasó por ella. Volteé y allí estaba. Distinguí entre la multitud ese cabello cobrizo que había tocado durante tantos años. Los ojos me lloraban, pero ya no era de tristeza. Tenía pocas fuerzas, pero debía usarlas. Tenía que gritar antes de que fuera tarde, pues esa silueta se acercaba cada vez más a la Plataforma 98. Volví a correr hacia la dirección por donde vine, y finalmente me paré en seco, para lanzar un aullido que esperaba que escuchara.

- ¡EDWARD!

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