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octubre 13, 2010

Your Gay Friend: Chapter 3


CAPÍTULO 3 : Plan

Bella's POV

Me pasé todo el resto de la tarde llorando. Era una idiota y una maldita masoquista, y además, ahora mi amiga lo sabía, y quería llevar un maldito plan a cabo para que yo me quedara con su hermano. Lo peor de todo es que albergaba esperanzas dentro de mí de que el plan fuera un éxito, y es que no podía engañarme más.

Corrí a pegarme una ducha antes de que las chicas llegaran y me vieran con esta pinta. El agua caliente relajó todos mis músculos, y me encontré mucho más tranquila una vez que salí del baño. Caminé despacio mientas bajaba las escaleras y escuché como uno de los escalones rechinaba al colocar mi pie.

- Charlie tiene que arreglar esto o mamá va a volverse loca – pensé.

Comencé a prepararme un té, antes de ponerme a trabajar en la cena. Iba a prepararles tacos a las chicas, sabía que los amaban.

- Carne, cebolla, pimientos, fajitas, ajo, chile… – comencé a revisar que tuviera todos los elementos en la heladera mientras esperaba que el agua comenzara a hervir, cuando el móvil sonó. La foto de contacto que apareció en la pantalla, me notificó sobre quién quería hablar conmigo. Aún recordaba el día que nos la tomamos. Estábamos tirados en el patio de mi jardín probando la cámara del celular y a Edward se le ocurrió darme un beso en la mejilla mientras yo ponía cara de inocente cuando sacaba la foto.

- Hola, Cielo – respondí, nerviosa. Todavía tenía las emociones a flor de piel.

- Hola Bells. ¿Llegaste viva a tu casa? – rió a carcajadas.

- Sí, ¡es un milagro! – respondí, devolviéndole la broma.

- Que bueno. Oye, iba a esperar hasta mañana, pero es necesario que lo haga urgente. Hay algo importante que quiero contarte.

- ¿Vienes para acá? – pregunté, desconfiada. Sería lo último que me faltara.

- No, estoy llegando a casa ya – suspiré aliviada. – Sólo quería decirte que no hagas planes para el sábado.

- ¿Por qué? – intenté parecer desentendida.

- Verás, voy a traer a Félix a cenar a casa… y como tú formas parte de mi familia… me gustaría que estés aquí tú también.

- Oh…eso es…genial… Edward…de…verdad – luché para que mis emociones no me ganen, pero ahí estaba otra vez, muriendo por dentro. – Ey Ed, - tomé la última bocanada de aire que me quedaba para hablar – estoy cocinando en este momento, luego hablamos, ¿está bien?

- Sin cuidado, amor. Te amo.

- Y yo a ti.

Corté el teléfono y otra vez las lágrimas corrieron por mis mejillas. Estaba llorando como un bebé, y el sonido de la pava me trastornó el cerebro. Apagué el fuego y me recosté en el sillón, destrozada. En ese momento oí una bocina y me limpié la cara un poco. Miré por la ventana, y vi que Alice y Rose salían del flamante coche de mi mejor amiga cuchicheando y mostrándose como divas con sus gafas de sol, aunque el clima estuviera más nublado de lo normal, y ya casi estuviera anocheciendo. Corrí a abrirles, intentando ocultar mi rostro demacrado.

- Nena – los brazos de Rosalie corrieron para estrecharme fuertemente.

- Alice, ¿por qué mierda se lo dijiste? – pregunté avergonzada mientras Rose me fulminaba con la mirada. – Además, ¿No se suponía que Emmett te traería más tarde?

- Fue a jugar basquetbol con Jazz, pero eso no importa ahora. ¿No querías que lo supiera? – su voz sonaba triste.

- No es eso…sólo que estoy algo avergonzada. Se suponía que era mi secreto y nadie iba a saberlo…pero esta idiota lo adivinó y ahora te lo cuenta…y…

- Somos tus amigas, y estaremos contigo – ahora mi amiga parecía comprender, me miraba con ternura y un poco de lástima. .- Eres una de mis mejores amigas y siempre me interesa lo que te pasa.

- Además, ¿quién nos iba a ayudar con el plan? – Alice habló rápidamente, aunque parecía concentrada.

- ¡También se lo dijiste! Alice Cullen eres una…

- ¿Genio? Ya lo sé Bellita, no me lo repitas tanto – sonrió con suficiencia.

- Voy a matarte…-comencé a avanzar hacia ella, preparada para abofetearla si la situación lo ameritara.

- ¿Vas a pegarme? ¿Isabella Swan va a pegarme? Por favor, no me hagas reír – mostró un gesto sarcástico, que me puso de los nervios.

- ¡No me digas Isabella!

- ¡YA PAREN LAS DOS! – Rosalie se interpuso y gritó, imponiendo orden. – Alice, deja de comportarte como una insana. – la enana la miró, furiosa. -Y Bella…

- ¿Qué? – fruncí el ceño, y la miré de mala gana, mientras ella agachaba la cabeza.

- Creo que deberías considerar el plan de Alice. No es tan malo, ni tan errado. Edward está loquito. ¿Recuerdas como se dio cuenta que era homosexual?

- Justo hablamos de eso hoy con ella…

- Pues, eso realmente no es normal. Anda Bella, tal vez puedas sacar provecho de ello. Y si no funciona…siempre hay más peces en el río – puso casa de zorra y no pude evitar reír.

- ¿Y en que se basa ese plan, enano maldito? – la miré, seria.

- Es simple – se aclaró la garganta. – Como mencionó anteriormente Rosalie, Edward es rarito. Vamos a hacerlo dudar de su sexualidad, al punto que tenga que darse duchas de agua fría para no pensar en ti, ¿me oíste?

- Tienes absolutamente todo para que un chico tenga una erección continua por días Isabella – Rosalie apoyó a Alice-. Solo tienes que aprender a usarlo. Míranos a nosotras. Yo de pequeña era obesa y con frenos, y hoy me follo al más caliente de los hermanos Cullen, - rió.

- No hables así de mi hermano, es asqueroso – Alice se retorció con gesto de asco. – Aunque pensándolo bien… tu hermano también es increíble, un tigre…

- De acuerdo, es suficiente. – Rose se estremeció. -Pero Alice tiene razón, puedes volver loco a Edward si te pones traviesa…

- ¡Trabájalo, perra! – Alice gritó haciendo que mis oídos pitaran. Me senté en el sillón de la sala, tomando mi cabeza con ambas manos. Finalmente levanté la cabeza, y suspiré, resignada.

- De acuerdo. – mis amigas se abrazaron y comenzaron a saltar de un lado para otro.

- Ahora vuelvo – Alice salió corriendo por la puerta, avanzando hacia su coche, mientras lo destrababa.

- ¿Necesitas ayuda? Es mucho…- Rosalie preguntó.

- No, estoy bien, cualquier cosa gritaré – sonrió como una niña pequeña.

- Qué raro en ti – dije sarcásticamente.

- Mi boca formó una o, cuando vi la cantidad de cosas que Alice traía en sus manos.

- ¡Ni se te ocurra meter todo eso en mi casa, enana! –grité, pero no me hizo caso. En menos de dos minutos ya estaba devuelta dentro, con tres maletas de Louis Vuitton repletas e hinchadas.

- Vas a saber lo que es bueno, "Cielo" – rió maquiavélicamente, mientras imitaba la voz de Edward cuando me decía así. La miré con ira. Comenzó a sacar prendas y prendas, a las cuales ni siquiera me limité a observar, pues sabía de que tipo eran.

- Voy a parecer una prostituta, Alice, la onda animal print no va conmigo, y lo sabes…

- Nadie dijo que toda esta ropa era para ti. Relájate Isabella, conozco a mi hermano…

- No me digas Isabella – la ataqué.

- De acuerdo, lo siento. Como te decía, conozco a mi hermano y se que lo que más le gusta de ti es lo sencilla que eres. Puedes ser perra sin dejar de ser tú.

- Explícate. – la miré extrañada.

- Es simple. Vas a vestirte como siempre…remeras básicas, jeans, zapatillas. Sólo que vas a usar un poquito más de escote, los Jeans un poco más apretados, tal vez algo de maquillaje te vendría bien. La simple y natural Isabella, pero mejorada. – Rosalie habló esta vez.

- ¡Que no me digan Isabella…!-ambas agacharon la cabeza-. Está bien, ¿no cambiará nada, cierto?

- En absoluto.

- Vamos a mi habitación.

- ¡Si! – Rose me tomó de las piernas y Alice de los brazos mientras corrían como locas escaleras arriba.

- Eso dolió – me quejé una vez en el primer piso, mientras me frotaba el codo que me hicieron chocar contra la pared.

- Bien primero que nada, te prepararemos todos los conjuntos de la semana. Después, vamos a trabajar tú…esto…personalidad.

- ¿Qué? –la miré, absorta. – Esto ya se ha ido de las manos.

- Te dije que no iba a cambiar nada, sólo vas a ponerte un poco más provocativa. Háblale cerca, roza tus pechos con su espalda cuando lo abraces por detrás, besa su cuello cuando te tome en brazos. Nada ocurrirá, tu seguirás siendo su mejor amiga Bella, la cariñosa y tierna, y él, bueno, tendrá que luchar con su amiguito.

- Voy a parecer una zorra – la contradije.

- Vamos Bella, ¿crees que alguien va a pensar que intentas seducirlo? Ya se ganó la reputación de marica en toda la escuela. No seas ridícula – Rosalie explicó.

- Tienen razón, simplemente estoy aterrada. – otra vez e inconscientemente, las lágrimas comenzaron a brotar.

Me perdí entre ropa, consejos, maquillaje y accesorios. Mis amigas pasaron el resto de la noche aconsejándome y educándome hasta que caímos rendidas y nos dormimos en cuestión de minutos. Cuando me desperté, encontré a Rosalie en el colchón adicional que guardo debajo de mi cama, y a Alice en la vieja mecedora, roncando con la boca abierta. Reí a carcajadas al ver su posición, aunque mi expresión cambió definitivamente al ver la hora.

- ¡Alice, Rose! ¡Son las ocho de la mañana! –grité mientras destapaba a la rubia y zamarreaba a la enana.

- ¿Eh? – Alice me miró, confundida. Cuando finalmente comprendió de que iba la cosa, se reincorporó de un salto y me tomó del brazo. – A la ducha.

- ¿Qué? Es tarde, tengo que calentar el motor del auto antes de salir y…

- Ya me oíste. Iremos con el Porsche las tres y fin de la discusión. A la vuelta te traerá Edward, eso es parte del plan. Agarra el conjunto de los lunes y métete en el baño.

- Sabía que discutir con Alice sería imposible. Tomé la ropa que yacía impecable a un costado de mi cama, y me encerré en el baño mientras me sacaba mi pijama. Tomé una ducha rápida. No iba a hacer a tiempo, además, no tuve que lavarme el pelo porque Rose se encargó de dejármelo como seda hacía unas horas, y me mostró el paso a paso para que me quedara siempre de la misma forma.

- Natural, pero arreglado – repetía una y otra vez mientras me lo alisaba con cuidado.

Una vez que salí del baño me puse la remera negra básica pero escotada, el pantalón chupín blanco y las converse azules que tanto amaba. Me puse un sweater azul también y una pequeña chalina a cuadros blancos y negros. Me maquillé con un poco de rubor en mis pómulos, rimel negro en mis pestañas y un gloss transparente que hacía que mis labios rosados brillen. Tardé un poco más de media hora así que ni siquiera podía pensar en desayunar. Sin embargo, cuando bajé, me encontré con tres tazones de leche con cereales y a mis dos amigas radiantes, terminando de ordenar el desorden que habían dejado con las valijas.

- ¿Cómo lo hacen? – las miré asustada.

- Mucha práctica Bella, cuando empieces con esta onda de embellecerte, verás que es fácil.

- Además, créeme que es más difícil vestir a una santurrona que a dos divas – bromeó Alice, sacando la lengua. – Vamos come, si no te apuras realmente llegaremos tarde.

Engullí el cereal como pude y salimos corriendo hacia el coche. Nos lanzamos de cabeza en él y Alice aceleró, para mi desgracia. Me habían dejado en el asiento de atrás para ir dándome indicaciones antes de llegar al instituto.

- Bien. Fase uno, ¿la recuerdas? – Rose se volteó, mientras se pintaba sus labios con un tono rojizo encantador.

- Enterrar mi cara en su hombro, besar su cuello, enderezarme, manos en su pecho, me acerco a su boca con mi súper aliento – saqué el spray sabor menta y me puse un poco- y le digo: "Oh Edward, te he extrañado".

- Aprendes rápido – Alice se volteó, soltando el volante.

- ¿Quieres matarnos?

- Lo siento – pegó un pequeño gritito cuando casi nos llevamos puesto a un joven en motocicleta.

- ¡Ponte el casco la próxima vez, idiota! – gritó Rosalie, mientras sacaba su cabeza por la ventanilla. Vimos por el espejo retrovisor que el chico de tez morena nos mostraba su dedo mayor con mucho ímpetu.

- ¿Sabes donde puedes meterte ese dedo, imbécil? – Alice respondió a su gesto.

- ¡Paren las dos! Concéntrate en la carretera Alice, puta madre.

- Perdón, perdón, perdón.

A pesar de llegar un poco tarde, nos encontramos con un buen lugar en el aparcamiento y los alumnos aún no habían entrado al establecimiento. Iba a salir del auto, cuando noté que aún las puertas estaban trabadas, Alice apagó el motor y mis dos amigas me miraron.

- De acuerdo, para la vuelta Edward va a llevarte, allí es cuando empieza la fase dos.

- Quieres decir…

- Edward prende la calefacción, lo sabes – Alice continuó hablando.

- Te sacas el sweater, ni se te ocurra mencionar que hace calor, ¿oíste? De esa forma va a bajarlo y vas a tener que volver a abrigarte, y no queremos eso… ¿cierto? – Rose habló esta vez.

- No, no queremos eso – respondí como una niña pequeña.

- Bien. Una vez que muestres tus hermosos pechos y mi hermano aparque el coche entramos en fase tres que significa…

- Quedarme en el auto y decirle que quiero que compartamos más juntos y que siento que me tiene algo abandonada desde que está en pareja.

- Exactamente – ahora, saldrás del auto como si nada y cuando lo veas…

- Volvemos nuevamente a fase uno.

Sin decir más bajamos del auto y noté como se descolocaba más de una mandíbula masculina. Ya estaba acostumbrada a eso, siempre miraban a mis amigas de esa forma, pero esta vez…sentí que también me lo hacían a mí. Sobre todo Eric y Ben. Me estremecí.

- Vaya Bella, tienes admiradores, - Rose rió.

- Preferiría que nadie me mirara créeme. – Alice soltó una pequeña risita y se situó a la cabeza de nuestro grupo, dejándonos a la rubita y a mí de flancos. Se acercó hacia los dos ñoños y les dijo:

- Oigan chicos, Bella se está insertando en el mundo del sexo nuevamente, ¿les gustaría ser usados como prueba? Ya saben, algo así como las ratas de… – al escuchar sus palabras, la golpeé en la cabeza.

- No es gracioso – finalmente no pude más y la sonrisa se me escapó del rostro. Sí que había sido cómico.

- Bien, después avísenle a Bellita – Alice les tiró un beso y salimos corriendo, llorando de la risa.

Nos paramos en el medio del aparcamiento a esperar que Emmett y Jasper estacionen sus respectivos coches, cuando otra vez sentí esa puta respiración en mi oído.

- Hola Bella, luces preciosa hoy.

- Piérdete – le grité sin piedad al estúpido de mi ex novio.

- ¿Y si no quiero, qué?

- Pues – me volteé para mirarlo directo a los ojos. – ¡voy a golpearte tantas veces esa carita de Malibú Ken que no va a reconocerte ni tu madre, ni la puta de Stanley!

No sé si fue mi reacción, o sus mariconadas, que agachó la cabeza y se retiró sin decir más. Todos sus amigos comenzaron a silbar mientras mis amigas, junto con sus novios, se partían de la risa.

- Guau, eres temible, Swan – podría reconocer esa voz en cualquier lado. Noté como Alice y Rosalie me miraban con complicidad. Me volteé y allí estaba mi Dios griego. Llevaba unos jeans gastados, unos zapatos marrones y un sweater, ¿azul? , maldita enana, vas a pagar esta.

- ¡Edward! Lo abracé y apoyé mi mentón en su hombro. Él me devolvió el abrazo con alegría. Aproveché para depositar un beso en su cuello, y noté como se estremecía por el contacto. Luego de eso, lo solté y lo miré directamente a los ojos. – Te he extrañado.

- Y yo a ti – me tomó por la cintura y me besó él también el cuello. Carajo, creí que estaba más húmeda que la calle principal de Forks.

- ¿Y ese sweater? –preguntó, repentinamente. – Jamás lo había visto…

- Yo tampoco, hasta que tu hermana decidió cambiarme el look – improvisé lo mejor que pude. – Dijo que necesitaba renovarme…

- ¿Nunca vas a dejarla en paz, cierto? – Esbozó una sonrisa torcida y habló a su hermana mientras yo me ruborizaba como una idiota.

- Yo no he hecho nada – mintió.

- En realidad, es todo parte de un plan – Rose me miro estupefacta y Alice soltó las boca de su novio cuando me escuchó decir esas palabras. – Ya sabes, dicen que necesito conseguir pareja urgente.

- No tienes que hacerles caso, lo sabes…

- No, de verdad no me molesta, sólo les pedí que me dejaran lo más natural posible, como me gusta a mí…

- Y a mí – me abrazó.

- Ay, el amor – Alice empezó a canturrear, y la fulminé con la mirada. Sabía que no era la mejor manera de esquivar la situación así que me relajé y le respondí.

- Seguiré pensando que fumas hierba hasta que me demuestres lo contrario.

- Estoy contigo, Cielo – Edward rió.

- ¡No fumo hierba, imbéciles! – Alice se puso furiosa, tomó a Jasper de la mano con fuerza y entró al salón. Noté que Emmett derramaba lágrimas a causa de la risa.

- Como te decía… natural, pero sexy – seguí hablando como si nada. Justo en ese momento la campana sonó y todos los alumnos comenzaron a dispersarse. Tomé a Edward de la mano con cuidado – tenemos literatura, será mejor que nos apuremos o el señor Berty se va a poner más insoportable que de costumbre. A propósito… ¿dónde está Félix?

- Oh, el no va a venir hoy a clase. Va a ayudar a Aro con algunas cosas del negocio.

Festejé para mis adentros y caminé hacia el aula sin decir más. Volvimos a tener evaluación de "Sueño de una Noche de Verano", algo que me puso bastante feliz, por ser uno de mis libros preferidos. Le soplé a Edward un par de respuestas que no sabía, y fuimos unos de los primeros en entregar. Se me ocurrió en ese momento una idea brillante.

- Voy al baño – si no llego a volver, espérame en la cafetería.

- De acuerdo – Edward asintió y yo me moví hasta el escritorio del profesor.

- Señor Berty – dije su nombre en un susurro.

- ¿Necesita algo, Srta. Swan? – preguntó de forma antipática, como siempre.

- Verá…no creo que pueda hablar de este problema…femenino con usted…pero, ¿podría permitirme ir al baño? Realmente es una urgencia. Tengo que llevar mi mochila para cambiarme y quedan cinco minutos y…

- ¿Ha terminado su examen, verdad?

- Sí.

- De acuerdo, pero que no la vea ningún directivo por favor.

- Muchas gracias Profesor. – Tomé mi mochila y me dirigí al baño, cautelosamente. Una vez allí, retoqué mi pelo y mi maquillaje. Quedaba un minuto para el toque de timbre así que debía estar atenta. Comencé a caminar al aula y estaba cerca de la puerta cuando el timbre sonó. Todos comenzaron a salir apresurados, y en ese momento vi que Edward caminaba en dirección a la cafetería. Recé porque mis pies no perdieran estabilidad y corrí en su dirección. Lo alcancé y puse mis manos en sus ojos, mientras apretaba mis pechos contra su espalda.

- ¿Quién podrá ser? – dijo Edward sarcásticamente. En ese momento, su mano izquierda fue hacia mi trasero y lo tocó sin piedad. Si hoy pensé que realmente estaba tan húmeda como la calle de Forks, ahora realmente lo sabía. – Mmm, pequeño, redondo y firme. Pensé que te retrasarías, Cielo.

- ¡Hiciste trampa! – Me colgué en su espalda y comenzó a correr conmigo encima. Era la segunda vez en dos días que llegaba a la cafetería sudando y sonrojada.

- ¡No está bien follar en los baños! – la voz de Alice nuevamente provocó que todos a nuestro alrededor voltearan.

- ¿ES QUE NUNCA TE VAS A CALLAR?, ¡Además, tú lo haces todo el tiempo! Yo y Edward…estás loca – Grité, hastiada, aunque deseaba que la última parte fuera cierta.

- Luego de eso, el día transcurrió normal. Las horas se pasaron rápido y cuando quise reaccionar, ya me encontraba en el aparcamiento, lista para subir al auto de mi mejor amigo.

Tal como Alice predijo, Edward encendió la calefacción, y cuando el auto empezó a entrar en calor, me quité el sweater dejando mis pechos a la vista.

- ¿No te molesta si dejo esto aquí, no? – dije inocentemente, mientras colocaba el abrigo en el asiento de atrás, dándole una mejor vista a Edward, que casi se le van los ojos al notar mi cambio.

- Joder, Bells… – siguió mirando sin descaro mis tetas - …creo que voy a tener que empezar a cuidarte un poco más de Newton. – Genial, este maldito era un dador de falsas esperanzas. Otra sonrisa falsa salió de mi boca.

- Si tú lo dices…

- Eres tan mala actriz…

- ¿Qué? ¿Por qué dices eso?

- ¿Hay algo que te está inquietando, verdad? – me di cuenta que ya estábamos entrando en la tercera fase. Agaché la cabeza como un perrito mojado.

- Hablaremos cuando aparques el auto en casa.

- De acuerdo – me miró extrañado.

Los minutos parecieron horas, hasta que divisé mi casa a unos cien metros. Llegamos a la entrada al patio delantero en silencio, y fue allí cuando apagó el motor.

- Dime…

- Esto, yo…-comencé a ruborizarme. – No quiero que pienses que estoy celosa ni nada de eso, es solo que desde que…

- Estoy con Félix, no te dedico el tiempo que necesitas, ¿verdad? – parecía como si supiera de antemano todo.

- Algo así…

- Tienes mucha razón. Oh, amor, jamás pensé que eso te molestara, de verdad lo siento. – Me abrazó con todas sus fuerzas y comenzó a besarme toda la cara.

- Está bien… ¿vas a hacer algo ahora?

- Pensaba ver a Félix, pero me puedo quedar contigo si eso quieres. ¿Tus padres no regresaron?

- No, si quieres puedes quedarte a dormir. Sabes que aunque estén puedes…

- ¿No te molesta si ya me quedo desde ahora?

- Por supuesto que no. – le sonreí, esta vez honestamente. Hicimos durante el resto de su estadía, todo lo que solemos hacer cuando estamos juntos. Preparé mi cama de dos plazas para que durmamos, pues prometimos hacerlo temprano ya que habría instituto al día siguiente. Le mostré mi nueva ropa. Si iba a luchar por él, debía hacerlo honestamente. Me aplaudió e hizo reverencias mientras le bailaba moviendo mi ropa de aquí para allá, con percha y todo. Nos preparamos una sopa de tomate antes de irnos a dormir.

- Esto…Bells… No tengo pijama.

- Pues quédate así. - No te preocupes, tienes uno de más en mi ropero, ¿lo olvidaste?

- Eres mi salvación. – Besó mi frente y yo me dirigí al baño a ponerme mi pijama de encaje que hacía mucho tiempo me había regalado mi madre y jamás usé.

Me dio vergüenza salir en un principio, pero ¿qué importaba? Era Edward, el no notaría segundas intensiones. Para mi sorpresa, casi se vuelve loco cuando me vio. Noté como se ruborizada y me tendía los brazos.

- Otra idea de Alice – me ruboricé y reí como idiota mientras me abalanzaba sobre él. Me besó la frente.

- Bien, definitivamente no sólo voy a tener que cuidarte de Newton, sino de algún que otro buitre más. - ¿Esto era una broma o qué mierda? Mi instinto me rogó que lo volviera loco. Me di media vuelta y pegué mi trasero a Edwarcito.

- Estoy cansada, creo que será mejor que nos vayamos a dormir. Buenas noches. – Tomé su mano, la besé y la puse en mi cintura, muy cerca de mi zona baja.

- Buenas noches amor. – Apagué la mesa de luz esperando que algo detrás de mí comenzara a levitar pero me equivoqué. No sentí ni un solo movimiento, y para colmo, Edward se durmió al instante. Pude sentir sus ronquidos en mi oreja, y su mano, que hervía teniéndola tan cerca de mi parte más débil.

Sería una noche muy larga.

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