
Lo más increíble de esta desesperante situación era el simple hecho de saber que él no vagaba en mi mente cuando ésta no sufría los efectos del sueño. Solamente pasaba por mi mente de vez en cuando, como lo haría cualquier primero amor perdido.
Por eso, mientras me sentaba en el banco de la plaza de la ciudad, comencé a organizar mi plan para aquella noche. Obviamente iba a hacerlo en secreto. Me tomarían por loca si dijera que le rogaría a mi ex- pareja que se fuera de mis sueños.
Aquella madrugada me concentré más que nunca. Traté de no pensar casi nada en él, ni en mi idea; de esa forma, el sueño sería más nítido. Tomé un vaso de agua y me acosté en mi mullida cama. El cansancio no tardó mucho en adueñarse de mí y rápidamente me encontré fundida en sueños.
El lugar era el de siempre. Al enfrentarme con su rostro ya no sentí miedo, sino tranquilidad. No sé como, pero era conciente y sabía a la perfección que estaba soñando. No rogaría más, no no, no lo haría en absoluto. Le pediría por favor que si se quería ir, que lo hiciera de una vez, porque estaba exhausta de esa historia repetida.
Y ESO FUE EXACTAMENTE LO QUE HICE.
Ya pasó un mes de aquel hecho, y admito que jamás este joven volvió a acechar mi cabeza. Ya no estoy nerviosa, ni asustada, ni dolida.
Muchos creerían si lo cuento, que es magia o algo por el estilo, y yo simplemente los corregiría y les diría que no fue brujería, ni algo que le ocurre solo a los locos, sino que simplemente aquella madrugada la mente le hizo entender al corazón lo que me hacía bien y lo que no; y desde ese entonces, ambas partes, VIVEN EN ARMONÍA.
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