
Si pudiera solamente a veces saber que me depara el destino, que es lo que va a pasar, que es lo que viene, que es lo que se va. Todo sería más fácil, esquivaría todo lo que me lastimara y podría considerarme a partir de ahí, una persona con un poco de suerte al fin.
Pero después, cuando me voy a dormir cada noche, pienso: ¿qué sería de mi, de nosotros, sin la incertidumbre? No habría razones para levantarse cada mañana, no habría razones para sorprenderse, para preocuparse, para analizar cada momento y cada situación con la que nos enfrentamos. Y ahí es cuando me doy cuenta que el destino existe, y la encargada de guiar mi destino soy yo misma. Quien vive el día a día, soy yo, y quien tiene que preparse en el presente, para vivir el futuro, sigo siendo yo.
Es por eso, que ya no intento averiguar que tiene el destino para esta chica extrovertida, malhumorada, histérica, caprichosa, comprensiva, loca y graciosa, sino, que dejo que me sorprenda. Que me permita levantarme a la mañana para esperar algo que en cualquier momento del día puede llegar. ¿No es mejor preocuparse por lo que va pasando a medida que lo viviendo? Si al fin y al cabo... El futuro, vive del pasado.