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octubre 13, 2010

Your Gay Friend: Chapter 15 OUTTAKE 2


OUTTAKE 2: Como Adolescentes

Bella's POV

- No me gusta esto de dejar a los chicos con tu padre y tu madre, ¿no crees que son demasiados? – Finalmente hablé cuando estacionamos el coche en la entrada de la casa de mis suegros.

- Bella, cálmate, no es la primera vez que cuidan de Anthony, Carlie, María y Lillian a la vez.

- ¡Pero ahora también deben cuidar a Jacob y a Ian! – dije preocupada.

- Amor, recuerda cuando éramos pequeños…siempre éramos seis, sin contar las veces que venían mis primos de Alaska, y ellos siempre se las han arreglado perfectamente. ¿Hubo alguna vez algún problema cuando tus padres se iban por viajes de negocios?

- ¡Pero no se iban a vacacionar una semana por San Valentín a las playas de California!

- Cielo…- Edward salió del coche y en un instante me abrió la puerta del copiloto. Me hizo pararme y me abrazó por la cintura. Una vez que me calmé un poco, me tomó del rostro y me miró a los ojos -…yo también voy a extrañarlos, amor. Pero necesitamos algo de tiempo para nosotros, ¿no lo crees?

- Sí, sí lo creo…sólo que es difícil – me separé un poco de él-. Anthony tiene cuatro años, y Carlie sólo dos, ¿comprendes? Nunca los dejamos solos tanto tiempo.

- Por supuesto que te comprendo. Pero ellos estarán genial, tus padres vendrán por lo menos tres veces en estos días que no estemos…además Cora está siempre ayudando a mi madre con los quehaceres, todo marchará más que bien.

- ¿Lo prometes? – dije resignada.

- Lo prometo – me tomó en brazos otra vez y me besó en los labios. Mi corazón comenzó a latir con fuerza y una ola de calor me atravesó todo el cuerpo. Cada beso era nuevo para mí, y jamás me cansaría de aquello.

- Te amo – dije finalmente, respirando entrecortadamente.

- Tú eres mi vida – dijo acariciando mi mejilla. – Será mejor que despertemos a los niños o llorarán si no nos ven antes de irnos…

- ¿Se van? – una vocecita habló fuerte a nuestras espaldas. Nuestro hijo nos miraba con sus ojos chocolates de manera preocupada.

- Sólo serán unos días mi amor – caminé a su encuentro y lo alcé en brazos, sacando su cuerpito por la ventana abierta y aferrándolo al mío.

- No quiero que te vayas, mami – dijo haciendo puchero. Ese gesto me recordaba particularmente a su padre.

- Yo tampoco quiero irme – dije dulcemente, y en parte, era verdad – Pero papá y yo tenemos que hacerlo.

- De acuerdo –sonrió finalmente logrando que se formaran hoyuelos en su rostro -, pero vuelvan pronto.

- Lo haremos Anthony – dijo Edward y nuestro hijo le extendió los brazos a su padre, que lo agarró sin siquiera pensarlo. Se abrazaron y justo en ese momento escuché el llanto de mi pequeña.

- Anthony era el retrato vivo de su padre. Tenía el pelo cobrizo como él, y sus rasgos faciales, sólo que con mi color de ojos. A diferencia de mi hijito, los rasgos de Carlie eran mezcla de los de ambos. Además, tenía los ojos verde esmeralda y el cabello castaño rojizo, justo como yo. Sí, realmente ella era una muñeca. MI muñeca. Fui hasta el asiento de atrás y la saqué del asiento de seguridad para bebés. Busqué un juguete en el bolso que había preparado para mis hijos. Se lo di una vez que la tuve acunada en mis brazos.

- Mami, tengo hambre – dijo metiéndose el dedo en la boca mientras yo le limpiaba las lágrimas. Siempre se calmaba cuando yo hacía eso.

- Ahora buscaremos algo para comer en la casa de los abuelos, ¿sí? – asintió y le di un beso en su cabecita.

Edward bajó a Anthony, que caminó hasta mí, y me tomó de la mano para subir las escalinatas de la mansión. Mi marido se encargaría de los bolsos para mis hijos. Toqué dos veces el timbre hasta que finalmente Alice vino a abrirme con María de la mano. Hacía dos semanas nos habíamos enterado que nuevamente esperaba un bebé.

- ¡Al fin llegan! – gritó al verme y me abrazó.

- ¡Anthony! – gritó María desde abajo nuestro. Mi hijo la abrazó y la tomó de la mano.

- Hola tía – dijeron a coros saludándonos respectivamente a ambas.

- Hola corazón – también lo hicimos al unísono y por eso nos reímos. Mi amiga y cuñada le besó la frente a Carlie y finalmente la bajé para que fuera a jugar con su prima y su hermano a la sala.

- ¿Pudiste solucionar el asunto en la clínica? – dijo Alice una vez que Edward se unió a nosotras. Ahora era el médico más respetado en todo Seattle y tenía que arreglar las vacaciones con anticipación.

- Todo está en orden – sonrió mientras la saludaba-. Bella también adelantó sus reportes para que los publiquen en regla. – Cierto, me olvidé de mencionarlo, ahora trabajaba como periodista en el diario local.

- Eso es genial. Emmett debe de estar por llegar.- Una bocina interrumpió nuestra conversación. La enana nunca se equivocaba. Mi cuñado estacionó el Jeep justo al lado de nuestros autos. Quedarían aquí toda la semana, pues tomaríamos un taxi hasta el aeropuerto.

- ¿Cómo está la familia más sexy de todas? – gritó haciendo referencia a Edward y a mí.

- ¿Cómo está el gordo más insoportable del mundo? – gritó Alice sacándole la lengua a su hermano. Odiaba que Emmett la dejara afuera de las bromas.

- ¡Tíos! – la rubiecita de cinco años salió corriendo del asiento trasero con una Barbie en la mano y la mochila de Hannah Montana colgando de su espalda.

- Hola hermosa – Edward la recibió con sus brazos abiertos. Él era su tío preferido porque siempre la defendía de los chistes que su padre le hacía.

- ¿Están los chicos adentro? – preguntó saludándome con la mano.

- Sí, están Carlie, Anthony y María con los abuelos.

- ¡Sí! – pegó un saltito soltándose del agarre de mi marido y se metió en la casa.

- ¡Gracias a Dios una semana sin ser madre! – Rosalie festejó cuando se acercó a nosotros-. Era hora de salir de la agencia, hay un caso de asesinato y están todos como locos.

- ¿Quién te está reemplazando en el Restaurante, Emmett? – le pregunté una vez que salió del coche con las valijas.

- Tyler se quedó a cargo. Es en quien más confío – dijo sonriente. El ahora era el chef principal de su local de comidas afrodisíacas. Su negocio había sido un completo éxito, y es por eso que ellos también vivían cerca de mi hogar. Todos residíamos en Seattle. Alice y Jasper también. Mi amiga tenía su propio consultorio, mientras que Jasper, trabajaba en un museo de historia. Lo encontramos recostado en el sofá mirando la televisión con mis suegros.

- ¡Bella, Rose! – saludaron los tres. Nos habíamos visto el día anterior, así que nadie estaba muy emocionado por ver al resto. Ahora sólo faltaba Jacob con Nessie y Jacob Jr. Y Félix con Demetri y su pequeño hijito Ian de tres años. Estaba pensando en todos y cada uno de ellos, cuando el timbre sonó. Parece que habían llegado.

- ¡Hola a todos! - Jacob llegó hasta nosotros saltando con su hijo colgado de su espalda. Todos reímos por su entrada. Jr. Bajó de él, corrió hasta el rincón donde estaban nuestros hijos, y chocó los cinco con Anthony. Nessie entró hablando con Alex y Demetri, que traían a Ian de tres años de edad, de la mano de ambos. Realmente admiraba a esa pareja. Pelearon mucho por llegar a donde ambos estaban. Hoy son realmente una familia y yo no podría estar más contenta por aquello, aunque a veces me estremezco al recordar que el joven de ojos azules había sido pareja de mi actual marido. Sabía que a él le ocurría lo mismo con Jacob, pero por supuesto, eso había sido hace mucho y ahora nuestro amor era mucho más fuerte que cualquier pensamiento repentino.

- ¿Están todos listos? – dijo finalmente Demetri.

- Por supuesto, querido – Bromeó Rosalie abrazándolo. Ellos se habían vuelto muy unidos otra vez. Habían sido grandes amigos en preparatoria y recompusieron su amistad cuando todas las parejas nos unimos.

- Deberíamos irnos ahora, porque sino terminaremos quedándonos – dijo Jasper mirando en dirección al grupo de niños que jugaba en el salón principal.

- Coincido contigo – asintió Félix, mirando a su hijo con nostalgia.

Emmett llamó tres taxis y estos finalmente llegaron diez minutos después. Saludamos a nuestros hijos efusivamente y Carlisle y Esme nos prometieron cuidarlos más o menos 55 veces.

Nos dividimos: Alice, Nessie y yo fuimos en un coche con la mayoría de las valijas. La desventaja de ser pequeña: siempre te envían con los bolsos.

Jacob, Félix y Demetri fueron en otro coche y Edward, Jasper y Emmett en el último.

El viaje se hizo tedioso, sobre todo porque no compartía el carro con mi marido.

Llegamos al aeropuerto de Port Ángeles con media hora extra para poder prepararnos para el vuelo. Aquel lugar me traía muchísimos recuerdos, como cuando detuve a Edward para que no viaje a Italia, o cuando nos fuimos de Luna de Miel, o nuestro primer viaje a la Universidad…

Iba caminando de la mano con mi esposo por el pasillo principal, cuando un hombre nos detuvo con una sonrisa. Era calvo, de unos sesenta años, quizás más, y podría jurar que lo había visto antes.

- Disculpen – dijo algo avergonzado – Mi nombre es Martin Banner, ¿podría hacerles una pregunta sin molestarlos?

- Por supuesto – le dijo Edward, algo confundido.

- ¿Ustedes estuvieron aquí en el aeropuerto hará poco más de diez años?

- Ambos nos miramos y finalmente supimos que el hombre llevaba razón.

- Sí, ambos teníamos 18 años – dije sonriente.

- ¡Guau! ¡Y mi esposa creía que estaba loco! Estas si son casualidades…¿ustedes son los jovencitos de la escenita de amor que hubo aquí en Junio de hace diez años atrás? – me puse como un tomate y mi esposo explotó en carcajadas. Ahora lo reconocía: era el tipo de la maleta con la que me había tropezado unas diez veces aquella madrugada.

- Sí, creo que somos nosotros – Edward habló finalmente mientras pasaba sus manos por mi cintura y me besaba en la mejilla. El señor Banner nos sonrió.

- Ya lo creo que sí…no pasa algo parecido con frecuencia en este pueblo. Así que…terminaron juntos después de todo. Debo admitir que aquel día casi logran que se me piante un lagrimón. ¿Están casados?

- Sí señor, hace más de cuatro años – dijo Edward orgulloso.

- Los felicito…

- Y tenemos dos hijos – me apresuré a hablar.

- Es bueno saber que a pesar de la situación actual de esta sociedad, llena de infidelidades, desamores y sentimientos no correspondidos, algunos amores perduran – nos observó con gesto fraternal.

- Gracias, señor – Edward le sonrió tendiéndole la mano. El hombre calvo le devolvió el saludo con gusto.

- No hay de qué, jóvenes. Mi esposa me está esperando, aunque espero volver a cruzarlos algún día.

- Esperemos que sí – le sonreí.

- Sólo voy a darles un pequeño consejo, si me lo permiten. Cuando sientan que sus vidas comienzan a caer en la rutina, recuerden sus épocas de adolescencia, y verán que el amor durará hasta el fin de sus días. Adiós jóvenes, ojalá el destino vuelva a unirnos.

- Adiós – dijimos a coro mientras lo observamos alejarse. A medio camino lo esperaba su esposa que lo abrazó, para luego tomarlo de la mano y seguir su trayecto.

- ¿Crees que llegaremos a estar así algún día? – le pregunté a Edward volteándome para mirarlo a los ojos.

- No, no lo creo… – reposó su mentón sobre mi hombro-… estoy seguro.

- ¿Tan seguro cómo de que me amas?

- Absolutamente – giré mi cuerpo y le di un casto beso en los labios.

- ¡A ver si dejan un poco tanta cursilería y mueven sus culos, que estamos por abordar! – la enana mata pasiones caminó hacia nosotros con gesto furioso. Era una maldita loca embarazada, pero tuvimos que hacerle caso. Cinco minutos después nos encontrábamos sentados en el avión, que estaba a punto de despegar. Me tomé una pastilla para dormir y en seguida caí rendida en los brazos de Morfeo. Cuando desperté, noté que toda la tripulación dormía, incluso mis amigos. Miré mi reloj, eran las dos de la mañana. Había dormido cuatro horas, así que posiblemente estaríamos aterrizando en un poco más de una hora. De todas formas me urgía ir a hacer pis, así que me levanté con cuidado, para no despertar a Edward, que dormía como un bebé, y caminé por uno de los pasillos, en dirección al baño.
Abrí la puerta del pequeño cuartito e inesperadamente alguien me tapó la boca, me empujó dentro y volvió a cerrar nuevamente la puerta, esta vez con traba. Iba a gritar, pero una ola de alivio me invadió cuando vi quien era. Sin darme tiempo siquiera a hablar, el hombre misterioso estampó sus labios contra mi boca. Empecé a quemarme por dentro.

- Edward, ¿qué dem…? – intenté decir algo, pero otra vez sus besos me lo impidieron. Empezó a levantarme la sudadera de tirantes que llevaba, y acarició mis senos por encima del sostén. Gimió al notar que mis pezones estaban duros. Tenía que frenarlo si no quería terminar teniendo un polvo en pleno vuelo

- Bella… - habló entrecortadamente, acercándose a besar mi oreja.

- Edward, tenemos que parar…

- ¿No oíste al señor Banner? Dijo que si nos aburríamos de la rutina, recordemos nuestras épocas de adolescentes… quiero hacer eso.

- No podemos tener sexo en el baño de un avión…

- En realidad, no eran esas mis intensiones… pensaba en algo mejor aún… Estuve pensándolo mientras dormías… y la verdad es que jamás tuvimos nuestros "juegos previos", si mal no recuerdo… nuestra relación empezó con sexo… - susurró, intentando no alzar la voz.

- Pero Edward, ese día si…

- Lo sé, pero también sé como funciona la vida sexual de los adolescentes. Primero, se besan, luego del beso, las caricias, luego los preliminares, y finalmente, el sexo.

- ¿Podrías hablar un poco más claro por favor?

- Masturbémonos, OUCH – le propiné un puñetazo en el hombro.

- Eres un maldito pervertido

- Ey, querías que fuera claro… vamos Bella, por favor – comenzó a suplicar, haciendo puchero.

- Tienes las hormonas a flor de piel y le acabas de sacar toda la tensión sexual a la situación – bufé. – Además, luego voy a terminar pidiendo desesperada que me cojas… y realmente no quiero hacerlo aquí. En el hotel podrás hacer lo que quieras conmigo, pero no en este sucucho…

- Prometo que no voy a follarte – puso su mano en su corazón y me miró serio. No pude evitar reír y finalmente lo besé. Él continuó con lo que estaba haciendo, levantó mi falda de Jean y corrió mis bragas para meter dos dedos en mi intimidad. Quería aullar, pero no podía, así que mordí su hombro desesperada. Intenté con mis torpes manos desabrochar el botón de sus pantalones y lo conseguí. Logré correr sus bóxers y sacar su miembro para comenzar a masturbarlo.

- Bella…- comenzó a susurrar con desesperación. Creí que había perdido toda la cordura, pero me di cuenta que había llegado al tope cundo comenzó a acariciar mi clítoris con su pulgar. No pude más, y exploté, pero sin dudas, necesitaba tenerlo adentro mío, y ya no me importaba si estaba en un avión, en un baño o donde mierda fuera. Quería sentirlo.

- Edward, quiero que me la metas – supliqué desesperada.

- ¿D-desde cuando hablas s-sucio, Bellita? – gimió. – Carajo – en ese momento el también explotó y terminó en mi mano. – T-te…dije, que no iba a follarte aquí. – Rápidamente se abrochó su pantalón y salió rezagante brincando por el pasillo. Yo acomodé mi ropa, me lave las manos y también salí, extremadamente malhumorada. No sé como los adolescentes podían aguantarse las ganas. Puta madre, maldito viejo calvo que le mete ideas en la cabeza a mi querido marido

Volví a mi asiento y noté que Edward estaba sentado, con los auriculares en los oídos, descansando. Ni siquiera me miró, así que no hace falta aclarar que bajé del avión con más mal humor de lo normal. Alice también estaba histérica, realmente no sé como logré no mandarla a la mierda.

Íbamos las cinco parejas caminando por el aeropuerto de Los Ángeles con nuestras respectivas valijas. Yo caminaba a la par de Félix y Demetri que me contaban acerca del comportamiento de Ian en el jardín de niños. Estábamos por salir ya por la puerta principal, cuando la voz de Edward nos detuvo.

- ¡Esperen un segundo! – todos nos acercamos a él, que estaba último en el grupo.

- ¿Qué ocurre Edward? – gritó Alice de mal humor.

- Quiero hablar con todos – rápidamente nos pusimos todos en ronda y lo escuchamos atentamente.

- Te escuchamos – dijo Félix finalmente.

- Quiero que todos me prometan una cosa…

- Lo haremos, pero apresúrate – dijo Rosalie histérica. La única mujer tranquila allí era Nessie. Los chicos deberían estar envidiando a Jacob.

- Júrenme que pasaremos una semana de escándalo. Que nos convertiremos en adolescentes desde hoy y por siete días. Recordemos viejas épocas, por favor, por algo el destino logró mantenernos juntos a lo largo de tantos años.

- ¡Lo juramos! – gritaron todos a coro con una sonrisa, ¿era yo la única acaso que se preocupaba por la responsabilidad? ¡Ya no soy una adolescente!

- ¿Y? ¿Qué dices Bella? – Emmett me propinó un codazo que sólo me hizo cabrearme más.

- No puedo ser algo que ya no soy…. – hablé en vos baja para no mostrar mi furia

- Vamos Bella… no seas tontita – Jacob bromeó y le chocó los cinco a Emmett

- ¡Cierra el pico Chucho! – grité ya de una vez. Me habían hastiado, y no pensaba tapar más mi enojo.

- Amor…

- ¡Ni se te ocurra hablar! Mi mal humor se debe a lo caliente que me dejaste en el avión. – hice puchero y cruce los brazos por delante del pecho. Todos empezaron a reír, menos las chicas

- Eso no se hace, ¡estúpido! – dijo Alice.

- Edward, eres un asno – Rosalie escupió las palabras

- No pensé que pudieses ser tan inmaduro… te quiero y eres mi amigo, pero con cosas así, me pones de los nervios – Nessie le dijo a mi esposo. Era bueno saber que contaba con el apoyo incondicional de la menos busca pleitos del grupo. Edward soltó una carcajada repentina

- ¡Allí está! Sigues siendo una maldita pendeja – el muy hijo de puta me había ganado. Sabía lo que estaba haciendo, y al notar que no me uniría a su plan, logró ponerme histérica. A veces me conocía más que yo a mí misma.

- ¡Vamos Bells! ¿Estás con nosotros? – dijo Jasper de forma serena, y no se por qué, no pude negarme. Podría jurar que jugaba con mis emociones.

- De acuerdo… - susurré.

- ¿Qué dijiste? – Demetri sacó la lengua

- ¡DIJE QUE DE ACUERDO! – todos se tiraron a abrazarme, y aunque me costaba admitirlo, lograron sacarme una sonrisa. La gente nos miraba como si fuésemos locos, pero no me importaba.

Reservas cinco habitaciones en un hotel de cuatro estrellas y media, cerca de la playa de Santa Mónica. Shutters on the Beach era un lugar exquisito y fenomenal. Tenía gimnasio, piscina, y vaya a saber uno cuantas cosas más. No tenía intensión de recorrer el lugar a las tres de la mañana, así que simplemente me limité – al igual que el resto – a acercarme hasta recepción a buscar la llave de mi habitación y subir al quinto piso. Edward y yo dejamos a un lado de la puerta las maletas una vez que ingresa al cuarto 233. Nos quedamos admirando su decoración. Las paredes blancas creaban un paraíso, contrastadas con los tonos amarronados y dorados de la decoración, además del hermoso piso de madera rústica. Teníamos también toda la última tecnología, un baño gigantesco, y un hermoso balcón con vista a la playa. Tenía muchas intensiones de dormir como un perezoso, pero dos manos en mi cintura me hicieron dudar al instante.

- Me prometiste en el avión que cuando llegáramos al hotel podría hacerte todo lo que yo quisiera...

- Pues, deberías saber que estoy enojada, por lo tanto, todas mis promesas en el avión, se anulan – intenté sonar ruda.

- ¿Estás segura? – Una de sus manos comenzó a descender hasta mi intimidad. Por otra parte, comenzó a besar mi cuello. Ya estaba con ventaja

- S-sí – al demonio. Ya me había olvidado inclusive el motivo por el cual estaba enojada. Decidí bajar la guardia y lo notó al instante, porque me volteó para quedar cara a cara con él, y me besó desmedidamente. Me entregué a él una vez más.

Debo decir que hacía mucho que no pasaba la noche entera haciendo el amor con Edward. Eso no quitaba que aquello era una experiencia maravillosa, y que la repetiría a diario, a no ser porque tengo un trabajo que mantener, una casa que limpiar y dos hijos que alimentar. Al igual que Edward, sacando sólo el tema de la casa. Definitivamente él no servía para la limpieza, así que esa noche, 12 de febrero, o mejor dicho, la madrugada del 13 de febrero, iba directo a la lista de mis cien mejores noches con Edward – sí, tenía una lista secreta escondida debajo de la caja de zapatos de Dolce & Gabbana que Alice me había regalado cuando me recibí, y que jamás usé, bueno, tal vez una, quizás dos veces. Primer premio a las estúpidas, lo sé-. Eran más o menos las doce del mediodía cuando finalmente logramos dormirnos.

Sentí unos golpes en la puerta. Al principio creí que estaba soñando pero luego sentí como Edward se levantaba de la cama. Instintivamente abrí los ojos y me encontré a Edward desnudo intentando ponerse unos bóxers a toda prisa. El reloj marcaba las cuatro de la tarde. Me levanté de mala gana y me puse el camisón de encaje que había llevado.

- Buenos días, preciosa – dijo Edward acercándose a mi y besándome tiernamente. Me inspeccionó de arriba a abajo, se mordió el labio, y finalmente decidió abrir la puerta. Ni siquiera lo había hecho completamente cuando una silueta gigantesca corrió a gran velocidad y se abalanzó sobre nuestra cama.

- ¡Fiesta en la playa! ¡Fiesta en la playa! ¡Vamos a emborracharnos!– gritó Emmett como un loco.

- Ya basta Emmett, ¡vas a romperla! – grité y en ese momento se abalanzó sobre mí. Ambos caímos al piso, y en ese instante comenzó a hacerme cosquillas. Con las pocas fuerzas que me quedaban, le propiné un puñetazo en la mandíbula, logrando que él aullara de dolor y Edward estallara en risas. - ¡Eres un maldito pendejo! – dije levantándome. Mi esposo me tomó de la mano y me ayudó a reincorporarme.

- ¿Dónde está su espíritu adolescente hermanitos? ¿No prometimos festejar acaso? ¿Volver a los viejos tiempos? ¡Pues eso haremos! En unas horas nos vamos a la playa, antes de que se ponga el Sol nos veremos en el Hall, ¿de acuerdo? ¡Sabía que dirían que sí! ¡Nos vemos prontito! – chilló de alegría y salió corriendo de la habitación como un marica.

- Jamás pensé que se tomaría tan en serio esto de recordar los viejos tiempos – mi marido se rascó la cabeza.

- Edward… -¿era una broma acaso? ¡A él la testosterona le desbordaba!

- Bien… yo también estoy tomándomelo muy a pecho, pero lo de mi hermano ya es demasiado… -admitió al fin.

- Es Emmett – dije resignada intentando acomodar las sábanas después de que el oso las haya desordenado por completo.

- Me imagino que igualmente iremos…

- Sí, por supuesto que sí – sonreí acercándome a Edward de forma provocativa. Puse ambas manos en su pecho desnudo y le hablé en el oído-. Ponte el bañador verde que tanto me gusta – besé el lóbulo de su oreja logrando que temblara debido a la sensación que le había provocado.

- Yo quiero verte con tu bikini de leopardo, gatita – ronroneó pegándome más a su cuerpo. Hacía años que no me decía así.

- Parece que Emmett no es el único con sobredosis de emoción… - rodé los ojos y ambos reímos.

- ¿Qué tienes ganas de hacer? – preguntó enarcando una ceja. Me abrazó más fuerte y aproveché para deslizar mi mano y tocar su pene, que comenzó a levantarse como por arte de magia.

- Creo… que deberíamos irnos a dormir un rato… tenemos apenas unas horas para descansar… anoche me dejaste destruida – hice gesto de cansada, y en ese momento, me tiré a dormir. Ahora estábamos empatados y lamento decir, que Edward se quedaría sin sexo por lo menos hasta el próximo día.

- Yo bajaré a nadar un rato y luego voy al gimnasio. Me dijeron que se puede practicar boxeo. Necesito golpear algo – bufó. Yo sólo asentí con la cabeza y volví a lo mío.

No mentí cuando dije que estaba exhausta. Prácticamente me desmayé al cerrar los ojos. Tres horas después me desperté y Edward no estaba ahí todavía. Ya se estaba haciendo tarde, así que me prepararía y luego me iría a buscarlo. Fui hasta el baño, me peiné, me limpié la cara, dejándola totalmente libre de maquillaje, me puse el Bikini que tanto quería Edward, y arriba de esta una sudadera negra ceñida al cuerpo y unos jeans. Finalmente preparé el bolso con el bañador de Edward, nuestros teléfonos, unas botellas de agua, y bajé a buscarlo.

No lo encontré en la piscina, así que supuse que estaría en el gimnasio y no me equivoqué. Estaba efectivamente en cueros, golpeando un saco de box con mucho ímpetu. El sudor le recorría el torso, haciéndolo lucir aún más sexy de lo que suele ser habitualmente. No quise molestarlo, así que me quedé a unos metros de él, mirándolo. Se dio cuenta que estaba allí una vez que terminó con sus ejercicios. Me dedicó una sonrisa torcida y yo corrí a sus brazos, pero él me sujetó por las muñecas para que no me acercara más a él.

- No te atrevas… estás demasiado hermosa como para ensuciarte…

- Edward, ni siquiera estoy maquillada, sólo quería ver si estabas listo para irnos.

- Eso es lo que te hace más hermosa…simplemente eres tú, sin maquillaje, sin nada. Te amo… - acarició mi mejilla con el guante, intentando no ensuciarme.

- Deja de decirme esas cosas si no quieres que me abalance sobre ti ahora. Y yo también te amo.

Subimos una vez más a la habitación, y decidí ir a buscar a los chicos a las habitaciones mientras Edward se daba un baño. Todos bajamos al hall, y finalmente se nos unió Edward más tarde luciendo un Jean rasgado, una camiseta gris y una gorra de béisbol blanca y roja. Llevaba su chaqueta de cuero preferida en una mano, y sus anteojos en la otra. Caminé directo hacia mí y me abrazó.

- Ahora sí – dijo sonriente mientras me besaba el cuello.

- ¡Vamos melosos! Los coches ya llegaron…- gritó Jacob corriendo hasta la puerta. El hijo de puta se agarraría el mejor, así que corrí y logré pasarlo.

- ¡Yo quiero este! – grité señalando un convertible gris claro. Jacob bufó y Edward comenzó a reír. Tenía sólo dos asientos, así que no pudimos llevar a nadie más. Emmett eligió el Jeep rojo y él Rosalie, Alice y Jasper se montaron al instante. Félix, Demetri, Nessie y Jake fueron en el otro convertible, que era más grande. La playa no estaba a más de tres kilómetros tomando la carretera. Me coloqué mis anteojos mientras mi esposo aceleraba.

Fuimos todo el trayecto bromeando entre nosotros, Emmett nos asustaba con semejante coche, Jacob tocaba bocinazos como un loco y Demetri saltaba en el asiento de atrás como un loco. Nessie bromeaba, simulando estar desesperada e intentaba tomar mi mano. Parecíamos niños de dos años con un juguete nuevo.

Llegamos a la playa justo cuando el Sol comenzaba a caer. Juntamos los coches y escogimos un lugar para pasar el rato, llevando con nosotros los cajones de cerveza que el borracho de Emmett se encargó de comprar. Ya estábamos todos algo alegres, cuando se nos ocurrió a Edward y a mí, bajar a la orilla. Fuimos todos directo hacia el mar, empapándonos. Jugábamos a tirarnos agua y a gritar como locos. Nunca habíamos sido tan pendejos, ni siquiera cuando teníamos quince aós, pero tampoco nunca lo había pasado tan bien. Rose terminó en ropa interior, usando la camisa gigante de Emmett, Alice había llevado una bikini y una bata para cubrirse al salir del agua al igual que Nessie, así que ninguna tuvo problema. Los hombres terminaron todos en cueros y con los jeans empapados, mientras que yo quedé con la parte de arriba de mi traje de baño, los jeans empapados y la campera de cuero de Edward.

- ¿QUIÉN QUIERE OTRA CERVEZA? – gritó Emmett mientras corría en dirección a los autos. Todos lo siguieron menos Edward y yo.

Ya se había hecho de noche, y aunque la borrachera le quitaba lo romántico, me sentía feliz y en paz por primera vez en casi 24 horas.

- Tengo un chiste que le escuché hoy a un niño en la piscina, mientras te buscaba – dije entre risas.

- Escupelo...

Un padre llega del trabajo y le pregunta a su hijo… ¿Con qué juegas? Y el niño le responde, con lo que me sale de los Kinders… entonces el padre le pega y el va corriendo hacia su mamá y le dice…le dice… no, no era así, la cagué(1) – dije frustrada. Muy inteligente de tu parte, Bella. Para mi sorpresa Edward explotó en carcajadas. Yo lo miré totalmente desconcertada.

- Eres tonta… pero me haces reír – me pegó más a su cuerpo, lo que dejó a mi espalda en roce con su pecho. – Y también me haces perder la cabeza – susurró mientras me besaba la oreja y me ponía la mano en su pene - ¿sientes lo que provocas en mí? …A veces ni siquiera puedo dormir pensando en tí– hacía que mi mano se moviera en círculos.

- ¡Edward!

- Escapémonos, ¡ahora! Tomemos el coche y hagamos algo solos.

- Quiero ir a un motel – dije sin siquiera pensarlo. Nunca había estado en uno... sólo en hoteles normales. ¿Para que quería una habitación no muy agradable si podía follar en mi departamento universitario todo lo que yo quisiera?

- No me parece una escapada muy agradable…

- Pero… Edward, jamás estuve en uno – hice puchero.

- Yo tampoco, pero…

- Entonces llévame – me quejé. Me tomó fuertemente de la mano y corrimos al coche. Les avisamos a los chicos que no nos esperen. Todos chiflaron al ver que nos íbamos y sólo nos detuvimos en una estación de servicio para cargar gasolina y preguntar la dirección de un motel. Afortunadamente había uno a no más de cuatro cuadras. Pedimos un cuarto al tipo gordo de la recepción y finalmente llegamos a primer piso entre besos y caricias. Cerró la puerta y me empujó de espaldas a la cama, de un solo movimiento. Comenzó a quitarme la chaqueta mientras yo forcejeaba con su sudadera. Finalmente logré sacársela, dejando a la vista sus músculos bien definidos que parecían no haber sufrido el paso del tiempo. Empezó a besar mi vientre, para subir hasta mis pechos, mientras desabrochaba mi bikini dejando mis pechos al aire. Comenzó a lamer mis pezones de una forma hambrienta, desesperada, hormonal.

- Edward… gemía una y otra vez. Nuestro deseo mutuo me hacía perder la racionalidad y la cordura. Ya no sabía donde terminaba la Tierra y donde empezaba el Cielo. Esas sensaciones que me embargaron durante tantos años continuaban allí, latentes, desesperadas por salir una vez más con cada beso que sumaba a aquella lista infinita que solo aumentaba con el correr de los años. El deseo era el mismo, la pasión era exacta… el amor, aún más fuerte. Empecé a desabotonar mis pantalones mientras Edward hacía lo mismo con los suyos. Se arrodilló en la cama una vez que ambos nos despojamos de nuestros Jeans y yo aproveché para sentarme a horcajadas de él.

- Eres tan hermosa… - susurraba mientras besaba mi cuello y acariciaba mi piel, hambriento de ella, como queriendo llegar a lo más profundo de mi alma con cada roce. Hacía mucho que no estábamos tan detallistas y pasionales. Tomó mi cara entre sus manos luego de una larga sesión de besos, y volvió a recostarme en la cama, mientras quitaba mis bragas. Empezó a hacer círculos en mi clítoris con su pulgar, que, aunque me excitaba de sobremanera, necesitaba tenerlo adentro mío urgente. Rocé el elástico de su slip con la yema de mis dedos, y el comprendió mi señal al instante. Se levantó un poco para quitárselos, dejando frente a mí su erección expuesta.

- Te necesito adentro mío… urgente – rogué desesperada, y a diferencia de otras veces, el hizo lo que le pedí. Me penetró de una sola vez, haciendo que sintiera algo de dolor, que ni siquiera se comparaba con todo el placer que me inundaba en ese instante.

Comenzamos una danza frenética, casi incontrolable, nuestros cuerpos se movían de manera coordinada, pero de acuerdo a las necesidades de cada uno. Llegó un momento en el que me costaba reconocer donde empezaba uno y terminaba el otro. Deberíamos estar así, unidos, para siempre… él y yo, Edward dentro mío, logrando que el se sintiera en casa y yo en mi lugar, donde debería estar.

Supe que mi orgasmo estaba cerca…muy cerca, al igual que el de Edward. Ya comenzaba a notar su desesperación, y casi como si estuviésemos coordinados, explotamos sellando aquello con un beso apasionado, cargado de lujuria y de amor a la vez. No quería que aquella noche terminara jamás. Lentamente se separó de mí, aunque mi cuerpo y él suyo prácticamente rogaban para que no fuera así.

- Ya es más de medianoche… Feliz San Valentín – dijo besándome nuevamente.

- Te amo – dije con el semblante serio.

- Sé que lo haces… y yo jamás me cansaré de decirte que tu eres mi vida.

Nos sentamos en la cama mirándonos. Su rostro parecía pensativo… ¿qué estaría pasando por su cabecita? Finalmente rió, dejándome más tranquila, pero intrigada.

- ¿Qué ocurre? – dije uniéndome a sus risas, mientras me abrochaba el sostén.

- Quiero proponerte algo, pero creo que no aceptarás… - dijo tomando su chaqueta del borde de la cama, colocándola sobre mis hombros mientras se acercaba a abrazarme.

- Tienen una piscina bastante limpia para ser un motel de no mucha categoría…

- También tengo ganas de nadar si a eso te refieres…

- No, no quiero nadar… de hecho, nadie nada, no estaría mal…

- ¿Tú dices? – lo miré asustada - ¿Qué tal si el gordo ese…?

- No pasará nada amor, ¿qué dices? – batió sus pestañas y supe que no iba a negárselo.

- De acuerdo – suspiré. Me levanté y me puse mis bragas. Cuando estaba por tomar mi pantalón, Edward me detuvo. El lo agarró mientras se ponía los calzoncillos y me sostuvo cerca de él.

Cuando cuente hasta tres saldremos disimuladamente, pero rápido, escaleras abajo.

- ¡No voy a correr desnuda por el medio del motel!

- Vamos Bells, si no lo hacemos así perderá la gracia…1

- No, no por favor – rogué cuando comenzó a abrir la puerta…

- 2… tomó mi mano, impienso que pudiera escapar.

- ¡Edward!

- ¡3! – jaló de mí y corrimos escaleras abajo. Era una situación bastante ridícula, pero de todas formas la adrenalina corría por mis venas. Edward se zambulló con cuidado en la piscina y yo le seguí. Finalmente me tomó de las caderas, y despojándome de mi ropa interior, me volvió a marcar como suya. Fue en ese momento, cual era el sentimiento que me costaba describir: Estaba viviendo un sueño adolescente, ese que te lleva a perder el control y solamente dejarte llevar por tu corazón. Donde el amor es protagonista y la cordura se queda a un lado. Donde podemos darnos el gusto de ser un poco irresponsables, y que nadie nos juzgue por ello. EDWARD ERA MI SUEÑO ADOLESCENTE, y creo que yo también era el suyo.

Al despertar, el siguiente día, noté que era mucho más tarde lo que creía. Serían más o menos las dos de la tarde. Comencé a desesperarme por no haber tenido control del tiempo. Edward ya estaba con los ojos abiertos, y me notó preocupada.

- Bella…

- ¡Los niños! –grité enloquecida. Rápidamente me acerqué a mi móvil para marcar el número de celular de mi suegro. Puse el altavoz y esperé a que atendieran.

- ¡Carlisle! – dije, suspirando aliviada. – Soy una idiota, perdón por no haber llamado anoche, es sólo que perdí la noción del tiempo, y salimos a la playa y ¡Oh Dios, soy tan estúpida!

- Bella – me cortó – tranquilízate por favor, llevas menos de 48 horas lejos de tus hijos, necesitas un tiempo para ti, pequeña.

- Pero…

- Bella, necesitas calmarte, pareces una adolescente - ¡No! ¿en serio? ¿Será tal vez porque tu hijo está hecho un pendejo? Pensé, pero preferí no decirlo.

- ¿Están los niños por ahí?

- Carlie duerme, pero Anthony está aquí jugando a las carreras con Jacob y con Ian

- Pásamelo, estoy aquí con Edward…

- ¡Anthony! – gritó Carlisle. - ¡Mamá y papá quieren hablarte!

- ¡Sí! - se escuchó un gritito y el corazón se me ablandó. – ¿Hola? – dijo finalmente

- Hola mi amor – hablé emocionada.

- ¡Mami! ¿Estás con papi?

- Aquí estoy, Ton – dijo mi marido con los ojos brillosos, utilizando su apodo.

- ¡Hola! ¿Cuándo vuelven, papi?

- El viernes estaremos de vuelta, hijo…

- Pffff… que alivio – dijo lanzando un largo suspiro.

- ¿Por qué amor? – pregunté.

- Porque tengo que pedirles un regalo muy importante que quiero que me traigan de allí.

- Todo lo que tu quieras

- ¡Quiero un hermanito! – Edward y yo nos miramos, helados. No creí que tendríamos que hablar del tema hermanitos después de Carlie.

- Esto… Anthony…no creo que eso sea posible – dijo Edward incómodo.

- ¿Por qué no? Dijiste que tenías el móvil de la cigüeña, que podrías llamarla cuando tu quieras… - fulminé a Edward con la mirada, totalmente desentendida de la situación.

- Tú le…

- Sh, luego hablaremos de eso – susurró.

- ¡Mami, papi! ¿Están ahí?

- Sí, hijo…

- No se preocupen si no pueden traerme el hermanito… aunque a Carlie también le gustó la idea…

- Veremos que podemos hacer amor, no podemos prometer nada – dije, sabiendo que aquello sería imposible.

- De acuerdo… Jacob me está llamando, ¡me toca correr a mí! Adiós Papis – colgó el teléfono de golpe, dejándonos a ambos estupefactos.

- Bien… - habló Edward finalmente – ¿quieres ir a almorzar?

- Créeme que sí quiero – dije con los ojos abiertos como platos. Ambos nos tomamos de la mano y bajamos, todavía pensando

El resto de la semana fue mágica, aunque nada comparada con el 13 y el 14 de febrero. Hicimos muchas cosas que nos recordaban a nuestras épocas de locura, y la dicha hubiese sido completa si hubiesen estado mis hijos con nosotros, pero finalmente después de la noche de la playa, supe que mi marido y yo necesitábamos tiempo para nosotros. Gracias a ese viaje, continué con mi rutina de forma feliz, sintiéndome plena…

… Hasta dos meses después, mientras miraba una película en casa. Estaba de malhumor, triste, y comiendo chocolate como si mi vida dependiera de ello. De golpe, y sin siquiera una alarma, lancé toda la comida de ese día. Edward se quedó mudo y me llevó al baño para que siguiera vomitando. No me había venido el período en dos meses exactamente, pero eso no me preocupó, porque mi período no era muy regular que digamos.

- Bella, creo que deberías ir a hacerte un estudio, esto me está preocupando – Edward dijo, cansado.

- Ya se me pasará Edward, comí como un cerdo hoy… - el móvil sonó y Edward salió disparado a la cocina. – No puedo ahora Garrett, mi mujer está con náuseas… pero… de acuerdo, enseguida voy – colgó el teléfono y se acercó a mi nuevamente. – Ya oíste… volveré tan pronto que no tendrás ni siquiera tiempo de extrañarme… y cuídate Bella.

- Lo haré amor, no te preocupes – lo besé en la mejilla y lo dejé ir. En parte eso me reconfortaba porque odiaba cuando se ponía en sobre protector.

Pasaron una o dos horas, y los vómitos ya se habían ido, y aunque no lo había admitido, estaba dudosa e insegura. Saqué el coche del garaje y aceleré hasta la droguería más cercana. Pedí un test de embarazo, fui al baño, y esperé ansiosa el resultado. La puerta de la entrada se abrió, anunciando la llegada de mi marido. No me importó y me preocupé por la prueba que acaba de armar. No saldría del baño sin aclarar esa duda.

Edward's POV

Me salió una urgencia en el hospital y tuve que irme a volandas, totalmente asustado por tener que dejar a mi esposa sola por tres horas. No se sentía bien, y por más médico que fuera, no me dejaba pedirme al ginecólogo que le haga un test. Si esto seguía así, debería hacerlo por la fuerza, o algo por el estilo. Odiaba que no me dejara protegerla.

Afortunadamente había mucho trabajo y el tiempo se pasó volando. Llegué a casa exhausto, pero feliz de poder ver a Bella de nuevo.

No vino a recibirme como de costumbre a la entrada, así que la busqué por la casa. Los niños estaban en casa de Alice, pero llegarían pronto.

- Bells, ¿dónde estás?

- En el baño en el primer piso amor, ya salgo. – gritó en respuesta.

- Te esperaré en el cuarto. – fui hasta nuestra habitación y me recosté en la cama. Diez minutos después, oí la puerta del baño y los pasos de Bella que se iban acercando cada vez más. Finalmente se plantó en el umbral, roja producto del llanto.

- Mira lo que lograron tus malditos juegos de adolescente – dijo y me tendió el Eva test. Dos líneas. Volví a mirarla, y la encontré llorando devuelta, con una sonrisa plagada en el rostro. No pude evitar sentir lo mismo. Corrió hasta la cama, abalanzándose sobre mí, y me besó.

- Te amo – me dijo mientras yo continuaba limpiándole sus lágrimas.

- Y yo a ti... – respondí, efusivo. – Amor…

- Dime – contestó rezagante.

- Creo que Anthony estará feliz de saber que sí le trajimos su regalo – ambos explotamos en carcajadas, y justo en ese momento la bocina de Alice nos anunció que nuestros hijos estaban en casa. Ahora seríamos cinco y jamás imaginamos que Ethan traería tanta alegría a la casa.

A fin de cuenta, habernos comportado como pendejos dio sus frutos, tal vez deberíamos hacerlo más seguido.

Your Gay Friend: Chapter 14 OUTTAKE


OUTTAKE 1: Un Regalo Sorpresa

Edward's POV

- Luces sexy hermano – Emmett me pegó un puñetazo en el hombro a modo de broma.

- Gracias – reí mientras me acomodaba el moño de mi esmoquin. Hoy era el gran día. Ya hacía un año y medio que le había propuesto casamiento a Bella, y finalmente me quedaban unos pocos minutos de soltero, que, a diferencia de otros futuros esposos, se me estaban haciendo eternos. No veía la hora de reclamar a Isabella como mi mujer. Era el único paso que nos faltaba por dar.

- Jamás imaginé que sería el padrino, a no ser que viajáramos a Argentina…me enteré que ahí se legalizó el matrimonio gay. - El sonido del móvil de Jasper lo hizo salir de la conversación

- ¡Dios mío! – reí por su ocurrencia. – Ya he definido mi condición hace rato…

- Y como para no definirla teniendo semejante perra desnuda – Emmett enarcó una ceja.

- ¡Ya es suficiente! – lo interrumpí algo cabreado. De acuerdo, mi mujer estaba buenísima, pero no era agradable escucharlo de un hombre casado y con una hija, y que además es tu hermano.

- De acuerdo, sí amor, veré que puedo hacer, adiós – Jazz cerró la tapa de su móvil y nos miró, agotado. – Alice quiere chocolate, dime por favor que tienes algunos en la nevera. Está muy ocupada ayudando a Bella con el vestido – si mi hermana era insoportable en su estado natural, ni se imaginan cuan molesta podía ser embarazada. Doblemente irritante.

- ¡Que Dios te tenga en La Gloria! – elevé mis manos hacia el techo. – Señor, ¡ilumina a este pobre infeliz!

- Muy gracioso, pedazo de homosexual…

- No entiendo como puedes soportar al Terremoto – Emmett movía su cabeza de un lado a otro mientras reía.

- Ey, lleva mi hijo adentro…puedo soportar todo – su mirada se iluminó – Tú no sé que hablas – miró a Emmett – estabas detrás de mi hermana como un idiota cuando ella te pedía algo, y tú – ahora me miró a mí – Ya sabrás lo que se siente… y ahí podremos charlar al respecto.

- Eso no pasará aún – reí mientras me servía un vaso de Whisky. – Somos jóvenes, vamos a disfrutar de nuestra vida de casados con Bells un poco…no queremos hijos todavía.

- No controlas eso… simplemente un día no te cuidas y ¡zas! – ambos explotaron en risas.

- A mí me pasó eso – Jasper habló.

- ¿Qué puedo decir de mí entonces? – Emmett comenzó a reírse como un oso.

- No sé como Rose no terminó embarazada cuando teníamos 16 años…

- Yo tampoco, eso hubiera matado a mamá – Jazz se rascó la nuca.

- Cierto… y mi padre me hubiese castrado las bolas…

- ¿Por qué haría yo eso? – Mi padre entró preocupado a mi habitación.

- Por nada – reí. – Jazz, hay chocolates en el segundo estante de la nevera, llévaselos a Alice antes de que le de otro ataque de nervios...ya va por el tercero y ni siquiera llegó a los cinco meses.

- Eso haré.

- Yo voy a sacar a Lilly del cuarto de las chicas. Alice la matará si toca sus maquillajes, y debe estar volviéndolas locas a todas ahora que no se queda quieta. – Emmett acotó.

- Vayan tranquilos, yo quiero tener un pequeño momento con mi hijo. –Mi hermano y mi cuñado saludaron y se fueron del cuarto.

- ¿Está bien puesto esto? – pregunté señalando el moño de mi cuello.

- Está perfecto Ed, relájate o serás tú el del ataque de nervios en vez de tu hermana.

- Lo sé – reí histérico.

- ¿Nervioso?

- No

- Edward…

- De acuerdo, un poco – mi padre rodó los ojos. – Bien, estoy muy nervioso. Tengo miedo de cagarla, ya sabes.

- Sólo respira hondo y piensa que será uno de los momentos más importantes en tu vida.

- La verdad es que estás ayudando mucho – dije con sarcasmo.

- Tienes razón – rió. – Bien, entonces, simplemente piensa en Bella. Sólo en ella. Sabes… siempre supe que las cosas acabarían así. Es como si Bella hubiese nacido hecha sólo para ti. No podría imaginármela con otro hombre que no fueras tú

- Bueno, yo sí, y a veces pienso en cómo pude haber sido tan idiota.

- Edward, aquellas cosas fueron hace años, si no hubiese sido por aquello tal vez nunca hubieses reaccionado ni peleado por ella.

- Puede que tengas razón en ello. Carajo que la pase mal…

- Pero hoy tienes tu recompensa. Ella será por siempre tuya… ¿no te alcanza?

- Por supuesto que sí – sonreí.

- Pues bien, vamos abajo. Tienes que esperar a tu esposa.

Mi esposa… que bien sonaba eso.

Bella's POV

- No Rosalie, debes enderezar mejor la flor…Eso es, ahora pon un poco de fijador y sujétalo con una hebilla para que no se suelte, no, no así… Jazz, ¡por fin!, tengo un antojo…- la enana comenzó a acariciarse la barriga de casi cinco meses.

Mi amiga la rubia intentaba de una y mil formas hacer que la flor – que para mí, estaba en perfecto estado-, quedara fija tal cual Alice le pidió. Empezó a bufar, cuando sintió como Lillian tironeaba de su vestido.

- Rose, ya está bien, no te preocupes más – intenté tranquilizarla y ella me dedicó un gesto de agradecimiento.

- Creo que el bebé va a quedarse sin madre – finalmente dijo, malhumorada, mirando a Alice.

- ¡Ma! – Lillian, la hermosa pequeña de rizos rubios y ojos verdes siguió tirando del vestido negro brillante que Rosalie llevaba.

- ¡Ven aquí pequeña! – la levantó en brazos y la hermosa bebé de un poco más de un año empezó a reír. Jamás me había imaginado a Rosalie madre, pero ahora que la veía, sabía que no podría ser mejor de lo que ya era. Se desvivía por su hija y por Emmett, ya era toda una mujer de familia. Parece ayer que sólo era la rubia despampanante del Instituto que no tenía intensiones de sentar cabeza. Finalmente, y después de pelearse tres mil veces, se casó con Emmett Cullen, su primer y único amor.

- ¡Nena! – mi madre y Esme gritaron a coro mientras corrían a abrazarme.

- ¡Estás hermosa!

- ¡Edward va a amar tu vestido! Es un honor para mí que me hayas dejado ayudarte a diseñarlo.

- ¿Qué más podía hacer? Sin ofenderte Reneé – miré a mi madre con gesto cariñoso – Eres mi segunda madre Esme, quería incluirte tanto como fuera posible – observé como una lágrima descendía por su mejilla.

- ¡Mamá, no la hagas llorar que se le va a correr el maquillaje! – Alice vino corriendo como una neurótica, para regañar a su madre.

- ¿Qué les parece si hacemos un brindis? – la voz que provenía de la puerta me sobresaltó.

- ¿Félix? – efectivamente allí, estaba mi antiguo enemigo, o por lo menos yo lo consideraba así. Hacía dos años que no lo veía, y aunque nuestra relación había mejorado, no habíamos tenido mucho tiempo para encontrarnos. Sus rasgos se había vuelto aún más pronunciados. Sí que era hermoso… por supuesto, jamás le había prestado atención a su aspecto físico. Me estremecí al recordarlo de la mano de mi futuro marido.

- ¿Cómo has estado, muñeca?

- Bien – caminé con cautela para no tropezarme y lo abracé - ¿Cuándo llegaste?

- Recién. Carlisle estaba subiendo y le pregunté donde estabas. Quería venir a darte suerte… y a mostrarte algo, Demetri… - en ese momento, un joven de cabellos rubios apareció en el umbral de la puerta. Por supuesto que lo recordaba, y lo había visto por Facebook un par de veces, pero hacía seis años que no lo veía personalmente.

- ¿Cómo estás Bella? – se acercó cordialmente a saludarme. – Vaya que haz cambiado. Te ves bellísima.

- Gracias – me sonrojé – Ustedes por lo visto están muy bien.

- Hace cuatro años que estamos juntos otra vez – se dedicaron una sonrisa cargada de amor –.

- Los felicito – Rose habló feliz – Lilly, ellos son unos amigos nuestros, Félix y Demetri.

- Hola – habló la pequeña entrecortadamente.

- Hola preciosa…Dios Santo, no sé como podré esperar seis meses – Demetri habló, aún cautivado por la belleza de Lillian.

- ¿Para qué seis meses? – Alice preguntó curiosa.

- Bueno…con Demetri – una sonrisa de plasmó en el rostro de Félix – hemos iniciado los trámites de adopción.

- ¡Los felicito! – volví a abrazarlos nuevamente.

- ¿Por qué no celebramos entonces con un brindis como has propuesto, Félix? – Esme miró a mi amigo con una mirada maternal.

- Me parece bien – Rose y mi madre sonrieron. Alice y Demetri trajeron una botella de champaña y siete copas de cristal.

- Oigan, no quiero molestarlos, pero… ¿puedo brindar un segundo a solas con mis mejores amigas? Ahora los llamamos, es sólo que quiero que compartamos un momento.

- Seguro – mi madre asintió. – Nos llevaremos a Lillian. Esme, chicos, vamos. – Salieron al pasillo y pude escuchar la voz de Emmett que le decía a mi madre que no se preocupara por la bebé, que él la llevaría. De sólo pensar en Edward cuando estuviera en el lugar de su hermano, me dejó tildada.

- ¡Tierra llamando a Bella! ¿Vamos a brindar o qué? – Rose rió.

- En realidad – me sonrojé por lo que estaba por decir. Iba a hacer que fuera sorpresa, aunque en realidad lo seguiría siendo para Edward. Mis amigas podrían guardar el secreto que estaba por develar – no estoy bebiendo alcohol últimamente.

- Vamos Bella…no vengas con eso de que no te gusta beber, porque ambas sabemos perfectamente que eres bastante alcohólica – Alice bromeó.

- Tú tampoco estás tomando – fruncí el ceño – y nadie te dice nada.

- Pero yo estoy embarazada… - en ese momento, su cabeza le hizo un clic, dejándola totalmente en shock. Me miró completamente ida, esperando una respuesta de mi parte. Yo sólo me limité a asentir. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus mejillas - ¡NO PUEDE SER! – corrió a abrazarme.

- ¿Qué? – Rose nos miraba confundida.

- Rose, ¿eres tonta acaso? BELLA ESTÁ…

- ¡Chist! – le tapé la boca antes de que la palabra mágica saliera de ella.

- ¡NO JODAS!

- No jodo… -agaché la cabeza, y sentí los brazos de Rose en mi cintura. Ella también lloraba.

- ¡Dios! – Jamás pensé que al mismo tiempo seríamos…

- ¡Chist! – Ahora Alice también se unió para callarla.

- Lo siento – rió.

- ¿Edward lo sabe?

- ¡Por supuesto que no! Y tampoco va a saberlo… hasta el momento de la recepción. Estoy planeando algo…

- Y yo quiero saberlo

- Yo también – Rose acotó.

- Bien… - y así estuve los pocos minutos faltantes explicándoles de qué iba la cosa. A medida que los segundos avanzaban, mis nervios iban aumentando y mi pulso se aceleraba. Un golpeteo en la puerta, hizo que las ganas de salir corriendo aumentaran.

- ¿Lista, hija? – Mi padre parecía más nervioso que yo. – El señor Weber ya está listo, y todos están abajo.

- Esto…sí, vamos.

- ¿Las damas de honor están listas? – Charlie les sonrió a mis amigas.

- Lo estamos – dijeron a coro.

- Perfecto, hagámoslo – extendió su mano, y yo la tomé, para rodear su brazo. – Te llevaré con cuidado.

- Por favor, no hagas que me mate en las benditas escaleras.

- No lo haré corazón – me dedicó una mirada fraternal -, no lo haré.

Alice y Rose caminaron delante de mí, ellas eran mis damas de honor. Los vestidos negros los habíamos escogido entre las tres. Mi vestido era simple, un corsé con forma de corazón en el busto, y una falda no muy armada, con dos centímetros de cola. Zapatos plateados, y un par de adornos y bijouterie de plata, le daban un toque final a mi look de novia, además del lazo en mi cintura de la misma tela que el resto del vestido.

Rose casi llegaba al altar y giraba para ponerse de frente a mi, cuando me di cuenta que era momento de comenzar a descender por las escaleras. Mi padre me sujetó con fuerza, y me concentré al máximo en no arruinar el momento. Sentí el calor en mis mejillas, pero al poner el primer pie en la escalera, sentí como la marcha nupcial sonaba, y dirigí mis ojos hacia Edward, que intentaba contener las lágrimas. Llevaba un traje negro y un moño en su cuello. Verlo tan emocionado me llegó al corazón. Y ahora estaba llorando como una tonta. Ni siquiera les presté atención a los demás. Bajé las escaleras con precisión – algo que me contó asimilar-, he intenté con todas mis fuerzas apurarme lo más posible para tomar la mano de Edward. Cuando finalmente lo hice, mi padre susurró a mi marido

- Sé vas a cuidarla mucho. Los amo

- Jamás dudes de mí, Charlie – sonrió y me besó en la mejilla.

- Te amo.

- Y yo a ti, Edward.

Casi ni escuché al señor Weber. Sólo me concentré en decir correctamente los votos y en ponerle a Edward el anillo en el dedo correcto. Él ni siquiera tuvo que pensarlo. Hacía todo a la perfección.

- Por el poder que La Iglesia me concede – el señor Weber finalmente habló – los declaro marido y mujer. Señor Cullen, puede usted besar a la novia. - Mi marido se acercó para limpiarme las pequeñas lágrimas, y me besó con toda la ternura que puede existir sobre esta tierra. El beso fue bastante prolongado, y todos a nuestro alrededor, se fundieron en un solo aplauso.

- Señora Cullen… me agrada eso – reí mientras el me miraba con devoción.

- Bella – comenzó a llorar – Bella…no sabes cuanto te amo – me abrazó fuerte y acunó mi cabeza en su pecho.

- Lo sé – tomé su rostro con ambas manos – créeme que lo sé.

Todos se acercaron a saludarnos y a darnos su bendición. Jake apareció de la mano de su esposa y su pequeño, también llamado Jacobo, mientras Billy los flaqueaba. Nunca creí que él y Edward fueran a abrazarse tan efusivamente. También estaban los chicos de La Push, juntos con sus esposas e hijos. Mi familia, por supuesto, y la familia de Edward. También apareció Ángela con Ben Cheney y mi pareja de homosexuales preferida.

Una vez que saludamos a todos los presentes, era hora de la recepción. Habíamos llamado a uno de los mejores catering por decisión de mi madre. Utilizamos la sala del subsuelo de la Mansión Cullen para hacer la fiesta. Era suficiente espacio para todos.

La fiesta fue pasando bastante rápido, o por lo menos para nosotros, que nos movíamos de aquí para allá con el fotógrafo, la encargada del video y la Wedding Planner, que no nos dejaron ni un segundo a solas. Lo más gracioso de la noche, fue cuando nos dispusimos a comer el primer plato.

- Señor y Señora Cullen… el primer plato.

- ¿Mike? – Edward estalló en carcajadas- ¿Mike Newton? – OH por Dios, díganme que esto no es cierto – más risas. Yo estaba conteniéndomelas.

- Sí…hola Bella – me miró idiotizado. – E-estás muy bonita hoy…jamás pensé que querrías estar con ella, Edward – no pude evitar soltar la risotada en ese momento.

- Debes estar bromeando – Edward comenzó a enojarse - ¿Todavía coqueteas con mi mujer? ¿En su propia boda? ¿Delante del novio?

- Y-yo…no – agachó la cabeza avergonzado – es s-solo que pensé que...

- ¿Qué pensaste qué? – Edward estaba al borde de explotar.

- A-a ti no te gustaban las mujeres…

- Pues parece que sí…

- ¿No eras homosexual?

- Algo así – su rostro se relajó pero se acercó más al rubio ya no tan joven que había sido mi novio en preparatoria. – Pero parece que los homosexuales sabemos elegir mejor… y damos más placer a las mujeres que los niños bonitos…- En ese momento, el zumo de frutas que tenía en mi boca salió disparado y Edward también comenzó a reírse. Mike salió corriendo totalmente avergonzado y Karen se levantó de la mesa para dedicarle una mirada furiosa. Finalmente, nos mostró un gesto de disculpa. Parece que Newton seguía siendo igual de estúpido que siempre.

Llegó el turno del primer baile, y por supuesto, lo abrimos los novios. Edward tuvo que guiarme como en la fiesta de primavera de cuando teníamos 15 años. Hubiese sido un martirio dejarme aquello a mí. Lilly se sumó a nuestro baile y ambos recibimos felices a nuestra sobrina en brazos.

Jamás la había pasado tan bien en una fiesta, pero sabía que esta comenzaba a llegar a su fin. En menos de tres horas estaríamos embarcándonos a Ibiza, para vivir una Luna de Miel de locos. Así lo definía Edward, al menos.

- Vuelvo en un momento – Edward asintió mientras charlaba con Emmett sobre lo de Mike. Salí de la mesa y caminé en dirección a Tanya, la primera de Edward y a la vez, organizadora del evento.

- Es hora – le sonreí. Ella me devolvió la sonrisa y caminó en dirección al Dj, para que bajara la música y preparara los efectos de luces.

- Listo, corazón – Tanya me tomó la mano y me llevó hasta la punta del salón. – Ten – me tendió el micrófono y me situé justo delante de la pantalla.

Edward's POV

- H-hola – Bella se paró en el medio de la sala, justo delante de la pantalla que habíamos alquilado para las fotos y videos. – Gracias a todos por venir hoy a compartir de este hermoso momento que Edward y yo estamos viviendo. Edward – dirigió su mirada hacia mí y se ruborizó – tu haz sido mi amigo, mi amante y mi compañero durante todos estos años. Mentiría si dijera "Te amo", porque no son palabras suficientes para describir mis sentimientos por ti, es por eso que decidí hacerte esto, espero que lo disfrutes – se hizo a un lado y las luces se apagaron.

Una presentación de diapositivas comenzó a pasar con la canción "You Found Me", de The Fray. La primera foto era una de nosotros dos abrazados, tendríamos 9 años – época en que nos conocimos-, y yo le estaba besando la mejilla. Su sonrojo era visible en toda su cara. La siguiente foto era con Alice y Emmett jugando Play Station. Mi hermano – que estaba a mi lado en ese momento-, soltó una carcajada a verse a si mismo, sacando la lengua y luchando con el control de la consola.

Así pasaron más de 30 fotos, entre ellas, una de nuestro primer día de preparatoria, otra preparando un trabajo de biología, una todos juntos en La Push, otra que Bella me sacó dormido la primera noche que pasamos juntos…-jamás la había visto-. Otra en el aeropuerto, con Bella toda demacrada y yo con una sonrisa de oreja a oreja. Alice dijo que había que retratar aquel momento, así que le hicimos caso. Alice es Alice, y siempre lleva la razón – nótese el sarcasmo.

Sin duda, este había sido un regalo hermoso. Una foto que sacamos hacía dos semanas atrás con Bella subida en mi espalda, usando una camisa a rayas mía, mientras yo en cuero intentaba hacerle cosquillas, marcó el fin de la presentación…o eso creí yo. La canción finalizó y todo quedó a oscuras, pero la luz volvió a la pantalla nuevamente, desplegando un video en blanco y negro. Algo pequeño, redondo y casi sin forma se movía, y la imagen se volvía borrosa de a momentos. Por supuesto que sabía que era aquello, no me había recibido de médico para nada, sólo que mi cerebro no lo asimilaba. En ese momento, una simple frase que apareció al lado de aquella imagen, logró que explote en lágrimas.

Felicidades papá, nos vemos pronto. Te amo

Tu bebé.

Me paré y corrí hasta mi esposa, que también lloraba con una sonrisa plagada en su rostro. Reneé lloraba, mi madre lloraba, Alice lloraba, Rose lloraba, todo el mundo lloraba. Este era el momento más feliz de toda mi vida. Sería papá. Tendría un pequeño o pequeña para cuidar, mimar y amar. Alguien que provenía de mí. Tendría un hijo con la mujer que más amaba en el mundo.

Tomé a mi esposa de la cintura y la alcé para besarla. Un mar de aplausos se escuchaba a nuestras espaldas. Finalmente cuando la bajé, pude hablar.

- ¿Cuánto hace que…

- Dos meses, y lo sé hace quince días –se limpió las lágrimas sonriendo. – Es por eso que no lo notaste

- Entonces los mareos, vómitos…

- No, no fueron gripe estomacal, aunque en realidad siempre lo supe…justo coincidió con la fecha de la boda…y pensé que sería genial darte una sorpresa.

- Te amo.

- No tanto como yo a ti

- Puedes apostar que sí – le tomé la mano, y miramos en dirección a nuestros invitados. – ¡VOY A SER PADRE! – grité sonriendo y otra vez comencé a llorar como un niño.

El día más feliz de toda mi complicada vida.

- ¿Qué crees que sea? – preguntó Bella una vez que todos nos felicitaron y nuestras lágrimas cesaron.

- Yo digo que será niña – tomé a mi esposa de la cintura mientras acariciaba su mejilla con mi mentón.

- Pues yo creo que será un varón – Alice nos sujetó por detrás a ambos, haciéndonos sobresaltar. No la habíamos visto.

- ¿Quieres hablar ahora de hijos? - Jasper habló. - Yo apuesto por Alice...

– Sí, definitivamente será varón… - nos besó a cada uno en la mejilla y se alejó corriendo, de la mano de su esposo, sosteniendo su barriga.

No sé como putas lo hacía…pero dio justo en el blanco.

Siete meses más tarde, y después de doce horas extenuantes de trabajo de parto, llegó Anthony Cullen Swan al mundo… pero esa es otra historia.

Your Gay Friend: Chapter 13


CAPÍTULO 13 FINAL: Acepto

La joven castaña corrió en dirección a su amado. Todas las personas que esperaban sus respectivos aviones la observaban. Él continuaba ignorándola pero ella no desistía. El joven de ojos de esmeralda subió al avión, sin dejar rastros de lo que fue su amor. Todo estaba perdido, sus corazones ya no latirían juntos, ya no bombearían como si fueran uno.

[…] Los años habían pasado y ella aún vagaba por el aeropuerto, sin rumbo, sin un destino. Llorando la marcha del amor de su existencia, aquel que jamás volvió. Sin saber qué esperar, una noche decidió viajar a Italia

- ¡Mierda, mierda, y más mierda! – grité, golpeando la mesa furiosa

- ¿Qué es lo que va mal, Cielo?

- Estoy bloqueada

- ¿A qué te refieres con bloqueada?

- Mira – me paré bruscamente y le extendí la hoja borrador que había estado escribiendo hasta hacía un momento. – Esa es mi tarea para la clase de Literatura, ¡y apesta! No puedo hacer una puta oración coherente.

- ¿Bella por qué demonios eres tan melodramática? – mi novio miraba la hoja, confundido.

- ¿Qué quieres decir exactamente con "melodramática"?

- Primero – dijo tranquilo, intentando calmar mi nerviosismo, creo yo. – Esta historia es demasiado triste, tú no sueles escribir así. Y segundo…la consigna dice basado en un hecho real. No tiene mucho realismo, para ser sinceros…

- ¿Crees que el profesor va a saberlo? Además, ¿quién te dice que no suceden cosas así todos los días?

- No nos sucedió eso a nosotros…

- No importa.- hice una rabieta.

- Bella transfórmalo en comedia.

- ¿En comedia?

- Sí… La castaña grita su nombre, el joven se da vuelta, ella corre a buscarlo, tropieza con una valija por culpa de su vestido de graduación, ya andrajoso,- rió por lo bajo- No te preocupes, te quedaba hermoso de todas formas – lo fulminé con la mirada – luego, él sale corriendo a buscarla, ella tan torpe se sonroja, el intenta levantarla y ella vuelve a caer, pero su amado la ataja y justo cuando van a reconciliarse y a sellar su amor con un beso, ella tropieza nuevamente…

- Edward, ¡no me caí tantas veces! Y eso le saca sentido a la historia, no puedo repetir una secuencia una y otra vez – bufé.

- Bien – dijo acercándose a mí con un tono seductor. Carajo, ya conocía ese gesto - ¿qué te parece si hacemos algo para que te relajes? Después podrás volver a tu historia – retiró los mechones que caían sobre mi cuello y comenzó a besarlo con maestría.

- Necesito hacer esto – empecé a quejarme, con la poca fuerza que me quedaba. Sabía que él terminaría ganando como siempre lo hacía de todas formas, pero nunca estaba de más intentarlo.

- Tienes todo el día de mañana – comenzó a masajear mis pechos por encima de la blusa. Yo por mi parte empecé a híper ventilar.

- ¿P- por qué no empiezas con tu ensayo de anatomía?

- Porque no tengo ganas – rió en mi cuello y comenzó a desabrochar mi camisa.

- Ya para por f…- en ese momento atacó mis labios y perdí toda cordura que aún quedaba en mí. Le devolví aquel beso con desesperación mientras mi lengua pedía permiso para encontrarse con la suya.

- Edward…-gemí.

- ¿Tienes alguna objeción? – lanzó una carcajada jodidamente seductora.

- N-no – hice todo lo posible para hablar claramente, aunque fallé, claro estaba.

- Eres tan influenciable, linda… OUCH – golpeé su hombro lo más fuerte que pude…

- Si no te retractas ahora, maldito homosexual reprimido…

- ¿Qué harás, Swan? – me provocó - ¿matarme?

- No…haré algo mucho peor – bajó su boca hasta mi cuello. Yo por mi parte, hablé seductoramente en su oído – si no dejas de hacer bromitas se me van a ir las ganas de acostarme contigo y tendrás frustración sexual por varios días.

- Te odio – rió a carcajadas. Yo tomé su cara entre mis manos y lo miré a los ojos.

- Yo te amo, con toda mi alma. – me afligí en broma - ¿qué me dices de ti?

- Más que a mi propia vida – comenzó a desabrochar mi camisa.

- ¿Quién es el influenciable ahora?

- Cállate y bésame – me ordenó. Lo obedecí encantada, créanme. Tracé una línea de besos por su cuello, y comencé a tirar de su sudadera de la Universidad, para deshacerme de ella. El maldito chapado a la antigua la llevaba dentro de sus pantalones y se me hacía imposible poder sacarla.

- ¿Podrías ayudarme con esto por favor? – le imploré con cara de perro mojado. Automáticamente, llevó mis manos a su camiseta y la quité con ayuda de las suyas. Comencé a besar su perfecto pecho, mientras bajaba hasta la línea de su cintura. Comencé a bajar su pantalón y me llevé una sorpresa.

- ¿Sin ropa interior Cullen? Interesante…

- Bella basta de juegos – me levantó y volvió a besarme. Yo por mi parte, enredé mis piernas en su cintura, logrando que mi ya excitado novio gimiera por el roce de nuestros sexos. Me llevó hasta la pared más cercana y me estampó contra ella. Miré hacia abajo y recién en ese instante me di cuenta que ya no estaba allí mi camisa.

- ¿Cómo dem…

- Shh – me calló. – Sólo disfruta. –comenzó a desabrochar mi sostén a medida que iba bajando mientras besaba cada milímetro de mi piel. Llegó hasta mis pechos y los tocó, lamió y pellizcó hasta aburrirse. Siguió bajando y se encontró con mi falda de Jean, -la cual solo levantó – y una pequeña tanga, que me sacó en una milésima de segundo. Continuó besándome, cada vez acercándose más a mi zona íntima. No quería ni pensar en la piscina de atletismo que debía tener ahí debajo.

- ¡PUTA MADRE EDWARD MÁS RÁPIDO! – No pude evitar gritar como una perra en celo cuando sentí su lengua adentrándose en mi centro.

- Bella – Edward se separó de mi vagina, haciéndome suspirar molesta. – No quiero que Eleazar venga otra vez en pleno acto a quejarse, por favor no grites – me sonrió dulcemente. Hijo de puta, ya llevábamos años juntos y seguía provocando exactamente lo mismo que cuando éramos dos adolescentes.

- Lo siento – respiré agitada mientras Edward se quitaba su pantalón, dejando expuesta su – importante- erección, y me lo extendía.

- Tápate la boca con esto. – Le hice caso, sólo para poder sentir su aroma mientras me hacía el amor con su boca. Otra vez sentí como su lengua besaba toda mi intimidad y me volvía loca de placer. Sentí los primeros indicios del orgasmo, unos minutos después.

- Edward me voy a correr – dije en un susurro, producto de mi respiración entrecortada.

- Hazlo hermosa – me dejé ir al escuchar sus palabras. Sentí como mi cuerpo se contrajo en un espasmo y el hombre de mis sueños volvió a ponerse de pie para quitarme mi falda, tomarme por la cintura y llevarme a nuestra habitación, acunada en sus brazos. Me depositó dulcemente sobre la enorme cama que nos dimos el lujo de comprar el año pasado, aunque yo no le permití a él recostarse a mi lado. Quería devolverle el mismo placer que él acabada de darme.

- Déjame a mí ahora – quise posicionar mi boca cerca de su miembro, pero él no me dejó.

- No amor, te dije que disfrutes – solo me limité a asentir. Estaba demasiado caliente como para ponerme a discutir con él.

- Se colocó sobre mí y comenzó a besarme tiernamente. Eso era justamente lo que más amaba de tener relaciones con Edward. Él siempre se encargaba de demostrarme lo mucho que me amaba, respetaba y cuidaba. No sé si él era el tipo perfecto, pues era bastante gruñón por las mañanas, extremadamente masoquista y terco, sobre todo, pero había algo de lo cual estaba segura al cien por cien: tal como él había dicho una vez – cuando concretamos nuestro amor, por así decirlo. Jamás olvidaría aquella frase- : era perfecto… para mí. Todos mis pensamientos se esfumaron cuando sentí como entraba en mí de una sola vez, llenándome, haciendo que toque el cielo con las manos, una vez más. Mi respiración se volvió errada nuevamente, mientras el nos cubría con las sábanas mientras me penetraba. La seda color celeste se deslizaba por su tez nívea y juro que no había imagen más bella para mis ojos.

- ¿Te gusta así? – ronroneó en mi oreja a medida que aumentaba la velocidad con cada estocada.

- S-sí.

- Dime cuanto te gusta, Cielo – una de las mejores cualidades que tenía Edward: podía hablar sucio sin dejar de ser la persona más tierna del Universo.

- M-mucho. Edward, ya voy a…

- Hazlo de nuevo, quiero sentirte – comencé a mover mis caderas, aumentando el ritmo - ¡Dios Bella! Yo también voy a venirme.

- Sin más, los dos terminamos en un increíble orgasmo juntos, agitados, como ya era usual. Edward se volteó para dejarme encima de él e hizo que mi cabeza descansara en su pecho, y comenzó a sacar los mechones de pelo que caían por mi cara, para que no se llenen de sudor, el cual impregnaba toda mi frente. Mis ojos comenzaron a cerrarse lentamente, provocando que perdiera la conciencia y me sumergiera en los más profundos sueños, que a pesar de ser excelentes y libres de pesadillas desde hacía mucho tiempo, no se comparaban en nada a la realidad que estaba viviendo.

Edward's POV

Miro el reloj de mi mesa de luz. Las manecillas marcan las doce de la noche. Un nuevo día de verano sacude a New Haven. Todo está calmado afuera, los autos pasan como cualquier otra madrugada y la poca brisa que sopla, no llega a proporcionarme ni de asomo, la calma que me genera el maravilloso ser que yace sobre mi pecho, con sus ondas castañas y sus ojos chocolate, que ahora mismo no puedo ver porque sus párpados los cubren. Ella es todo lo que quiero, e incluso más, pero por supuesto, lo que jamás creí que llegaría a tener algún día. Que loco e impredecible puede llegar a ser el mundo, pero que maravilloso y reconfortante a la vez. Hoy con mis 22 años me pongo a pensar en todo lo que pasó, y como aquel día que pensé, sería el más desgraciado, se transformó en el más dichoso de toda mi existencia.

Flashback

El Mercedes de mi padre abrió paso por la carretera, y supe así que no había marcha atrás. Encendí mi Ipod y me puse a contemplar el paisaje que dejaba atrás. Nunca le había prestado atención, pero por algún extraño motivo, quería grabarme hasta la más mínima imagen de mi pueblo, Forks, aquel que me proporcionó los mejores momentos de mi adolescencia. A mi lado, Emmett y Alice estaban con la mirada perdida. Al principio me asusté por como la enana miraba su celular cada cinco segundos, pero luego me tranquilicé al notar que estaba hablando con Jasper por teléfono. Bien. No había intentado comunicarse con Bella y también le dijo a Jasper que ni el ni Rose lo hicieran. El resto del viaje se hizo lento, tortuoso, y realmente quería llorar, pero debía mantenerme fuerte ahora más que nunca. El Aeropuerto de Port Ángeles, Italia y la Plataforma 98 me esperaban del otro lado de la puerta automática.

- Prométeme que vas a llamarnos – mi madre me abrazó fuerte y lloró en mi cuello.

- Lo haré mamá, te lo prometo – intenté parecer frío, para no hacérselo más difícil. Tenía que convencerla de que realmente quería irme.

- Hijo…no sabes lo orgulloso que me haces sentir siguiendo la carrera que yo elegí hace bastantes años – mi padre abrió paso entre mi madre y yo, depositando mis valijas a un costado.

- Tú siempre fuiste mi modelo a seguir…

- Lo sé – me dedicó una sonrisa fraternal – pero no quiero que esto arruine tu vida, irte tan lejos…

- Papá, debo hacerlo. Quiero hacerlo.

- Confío en ti

- Hermanito – Emmett nos interrumpió y me abrazó dejándome sin aire. – Si no me llamas voy a tomarme un avión y voy a romperte esa carita…

- Ya entendí Em, yo también te voy a extrañar.

- Sólo faltaba saludar a mi pequeña hermana, quien creo yo, sería la persona que más falta me haría todos los días de los próximos años. Caminé con cautela hasta ella, preocupado de cómo pudiera reaccionar, pero parecía…distraída, o esperando algo.

- Alice – llamé su atención – ven. Ella caminó hasta mí despacio y me saludó con una ¿sonrisa? ¿qué demonios le pasaba?

- Nos vemos pronto hermanito – me abrazó por la cintura y yo apoyé mi mentón en su cabeza.

- Saluda a Jazz y a Rose por mí. Diles que los amo y que voy a extrañarlos. Y pídeles perdón por irme así. También díselo a Bella…

- OH, créeme que no hará falta.

- ¿Tú le…?

- No Edward, no hablé con ella, ¿bien?

- Bien. Será mejor que me vaya, familia – hablé dirigiéndome a todos. – Voy a comprar algún snack para el vuelo. Los veo

Me alejé por el pasillo, y paré en un pequeño kiosco a comprar algo para el viaje. No pude evitar agarrar una gran bolsa de Skittles, me hacían recordarla tanto…Los pagué justo cuando una voz para nada conocida me hizo apresurarme.

- ¡Últimos minutos para abordar! – gritó una joven que supuse hablaba de mi vuelo, pues era el único que saldría en un rato.

Volví al pasillo y caminé en dirección a la plataforma. No quise mirar hacia atrás, no quería volver al pasado y mucho menos ilusionarme con la idea de que tal vez ella viniera a buscarme. Me apresuré un poco más.

- ¡EDWARD! – un aullido de dolor resonó a varios metros de distancia a mis espaldas. Al principio, pensé que eran simples alucinaciones. Quería golpearme a mi mismo por delirar a más no poder.

- ¡EDWARD! – Aquella voz angelical, que sonaba totalmente rota, volvió a llamarme. Decidí echar una simple mirada, seguramente me encontraría con algún otro Edward por allí, al que seguramente el amor de su vida estuviera llamando, pero no a mí. Volteé con cautela y la imagen que tenía enfrente mío me dejó paralizado. Allí estaba ella, con lágrimas en los ojos, el cabello revuelto y un vestido azul totalmente harapiento y roto.

Caminé a su encuentro, aún medio grogui. Ella corrió en mi dirección levantando más su vestido. Un minuto… ¿estaba ella descalza?

- ¡EDWARD POR FAVOR NO TE VAYAS! – ya casi podía sentirla cerca de mí, cuando de repente se llevó puesta una maleta y cayó redonda al suelo. Desperté de mi inconsciente en ese momento. Claro que era ella. No había alucinaciones, ni ángeles, ni fantasmas. Sólo era la torpe y hermosa Bella. Y ella había venido por mí, había venido a buscarme.

Corrí más rápido para alcanzarla y ayudarla a levantarse lo más pronto posible. El color carmesí no tardó en aparecer en sus mejillas al notar que medio aeropuerto estaba observando qué era exactamente lo que haríamos. Rocé su mano después de varios días de no poder tenerla, y la misma corriente eléctrica, traspasó todo mi sistema nervioso. La miré a los ojos mientras la ayudaba, y al notar lo que estaba haciendo, volvió a trastabillar sobre la misma maleta, provocando que un hombre calvo – probablemente el dueño de la misma- gruñera a nuestras espaldas.

- Bella, ¿estás bien? – pregunté una vez que ella logró pararse. Noté como volvía a sonrojarse, pero esta vez producto de su frustración y enojo. Era demasiado predecible.

- ¡No! ¡No me encuentro para nada bien! – comenzó a llorar de nuevo y sentí que el corazón se me saldría del pecho – ¡soy una maldita! ¡Una maldita idiota y buena para nada!

- Bella…

- No, no, déjame hablar – tomó aire y lo largó por la boca. – Puedes hacer lo que quieras luego, pero por favor escúchame. Sé que rompiste con Félix, acabo de enterarme. He sido una estúpida, ciega y maldita desconfiada y me odio por eso.

- Yo también soy un idiota…lo de Félix estuvo mal, yo tendría que haberlo sacado, no quise lastimarte y me quedé mudo cuando…

- No tienes la culpa, créeme que ahora entiendo todo perfectamente – no sé de que hablaba, pero no quería interrumpirla. – Sólo quería decirte que lo siento, de verdad, si quieres irte ahora en ese avión, respetaré tu decisión – agachó la cabeza, sumamente dolida.

- ¿Tienes algo más para decirme? – pregunté de repente. Ella me miró incrédula.

- No…de hecho…ahora que lo mencionas si.

- Pues dime…

- Te amo. Con cada parte de mi alma.

- ¿Eso es todo?- otra mueca de dolor atravesó su rostro.

- C-creo…

- Bien ahora es mi turno de hablar - tomé su cara entre mis manos y la miré fijamente a los ojos. Otra vez las lágrimas rodaban por sus mejillas. No aguanté más y comencé a derramar algunas yo también. Al final, resulté ser más maricotas de lo que creía – Bella tú significas todo para mí, y sólo quise irme porque creí que tú me querías fuera de tu vida. No podría soportar como otro tipo te tocara o te besara estando yo tan cerca de ti. Sería para mí, simplemente la muerte en vida. Si tú quieres que me quede contigo, eso es lo que haré. Me quedaré a tu lado hasta que tú quieras.

- Te querré a mi lado siempre – explotó en llanto y yo le seguí. Puedo asegurar que había algunas mujeres emocionadas mirando la escena a nuestro alrededor.

- Entonces aquí me quedaré…

- ¿Lo prometes? – pude ver el brillo en sus ojos detrás de todas las lágrimas.

- Lo prometo. – sin más se subió a horcajadas mío y me besó con tanta ternura, que logró derretir mi corazón por completo. Enterré mis dedos en su cabellera y le devolví aquel beso con tanto amor como me fue posible. A nuestro alrededor todos comenzaron a aplaudir, como si se tratara de una película romántica, aunque…vaya escena, realmente se merecía un premio Oscar. Comenzamos a reír por semejante espectáculo.

Fin del Flashback

No sé cuanto tiempo permanecimos pegados el uno al otro, cuantas veces Bella me regañó por no dejar que nadie le avisara –aunque luego me comentó que Alice, Jazz, Rose, Jacob y Félix habían participado en eso-, ni cuantas veces mi familia me golpeó la cabeza por ser tan tonto… sólo sé que desde ese momento, nunca más volvimos a separarnos.

Pasamos unas vacaciones de verano maravillosas. Fue complicado para los graduados de Forks, comprender que "Edward ya no comía penes", o como quieran llamarle, tenía novia, pero sé que más de uno se sorprendía – e incluso me envidiaba -, por la hermosa castaña que ahora paseaba de mi mano por cualquier lugar de aquel pequeño pueblo. Y bueno…mejor no hablemos de Charlie…cuando se enteró que "la mejor amiga de Bella" ahora era su novio…casi carga su antigua escopeta de Sheriff y me agujerea como a un queso Gruyere al recordar quién era el que solía pasar noches enteras durmiendo con su hija adolescente.

Al terminar el período, juntamos el dinero que nuestros padres nos regalaron para la graduación, vendimos – casi a la fuerza -, el cacharro de Bella, y con el dinero compramos un penthouse a unas tres calles de nuestro nuevo segundo hogar: Yale. Bella finalmente había decidido estudiar literatura, y por supuesto, yo seguiría con la carrera de medicina. Teníamos suerte de tener padres adinerados, – Los Swan se habían vuelto muy respetados en Forks luego de que Charlie hiciera un gran dineral gracias a su nueva invención de puertas y ventanas blindadas de alta seguridad, las cuales ya habían recorrido todos los Estados del país- ellos nos daban algo de dinero para los estudios, y el resto lo compensábamos trabajando dos o tres días a la semana en una agencia de coches de un viejo amigo de mi padre, Marco. Realmente éramos muy afortunados.

Ya han pasado cuatro años desde entonces y las cosas han cambiado bastante:

Afortunadamente, Alice y Jazz también acuden a Yale con nosotros. Alice cambió de planes a último momento, y decidió estudiar psicología…siempre creí que sería ella quien necesitaría uno. Por otra parte, Jasper ha elegido historia, debido a su amor eterno por las guerras y el desenvolvimiento del mundo a lo largo del tiempo. Rose terminó su carrera de abogacía, ya pertenece a un buffet de abogados y todos la felicitan por el éxito que ha alcanzado con tan corta edad. Mientras tanto, Emmett continúa estudiando comercio también en Harvard, no le queda mucho y ya tiene algunas ofertas de trabajo. Están viviendo en Cambridge, Massachusetts, felizmente casados y esperan a Lillian para dentro de tres meses. Todavía no puedo creer que seré tío. Por otro lado, Félix se instaló en Dartmouth y tal como predije…volvió con Demetri. Él y Bella se volvieron buenos amigos desde que él la ayudó a detenerme. Le estaría eternamente agradecido por ello. En cuanto al perro… digo, Jacob, se mudó a California para estudiar ingeniería aeronáutica en Stanford, y allí conoció a Reneesme Wolfe. Le dijo a Bella que fue amor a primera vista, y creo que se casaron hace un año y medio.

Lo único que puedo decir que no cambió en absoluto, es mi amor por Isabella Swan, que se incrementa cada día un poco más. Todo lo que hace me parece increíblemente maravilloso y hoy tengo la absoluta certeza de que nada podrá separarnos. Y aunque a veces sienta que el tiempo pasa volando como la misma luz, al mirar su sonrisa, todos mis miedos desaparecen y sé que no importa cuan rápido todo vaya, siempre habrá alguien a mi lado para darme la mano y decirme que todo irá bien. Aunque hay algo que quiero hacer para sellar nuestro amor toda la eternidad. Por eso, y aún recordando el pasado con alegría, decidí cerrar mis párpados y esperar a que mañana Bella acepte mi propuesta.

Bella's POV

Gracias a Dios era sábado. Por alguna maldita razón, el despertador sonó a las nueve de la mañana. "Claro Bella, ayer follaste de lo lindo con Edward por décima sexta vez en la semana y por eso te olvidaste de desactivarla" – una voz en mi interior gritó.

Bien, desde que formalizamos con Edward, nos hemos vuelto unos malditos sexópatas, pero, ¿qué más da? Éramos pareja ahora y por más que no estuviésemos casados – "Ya quisieras Bella"– mi subconsciente volvió a hablar- , nuestra relación iba cada vez mejor. De sólo pensar en ello me puso de buen humor y salté de la cama totalmente desnuda, para buscar mi bata de seda y preparar un desayuno en grande, para sorprender a mi novio que dormía como un hipopótamo y no paraba de roncar.

En una hora logré preparar un aparatoso desayuno con tostadas, mantequilla, mermelada, muffins, café y jugo de naranja fresco. Encendí la radio al paso, mientras decoraba la bandeja que le llevaría a Edward a la cama de sorpresa. Una canción que me llenó de recuerdos llegó a mis oídos y no pude evitar cantar como una desenfrenada.

- Sing us a song and we'll sing it back to you. We could sing our own, but what would it be without you? This heart, it beats, beats for only you, this heart, it beats, beats for only you. My heart is yours…(1)

- Juras que es mío… ¿cierto? – sentí que Edward me tomó por la cintura sorpresivamente.

- Me asustaste – reí por lo bajo.

- No, créeme que tú me asustaste – dio una vista rápida a la radio.

- Muy gracioso – lo fulminé con la mirada, para luego volver a una expresión más relajada. – Buenos días – me sonrojé como una idiota.

- Buenos días, princesa – me besó el cuello - ¿a qué hora te levantaste?

- Hará un poco más de una hora. Olvidé desactivar el despertador…VE TÚ A SABER POR QUÉ.

- Lo siento – explotó en carcajadas.

- No pasa nada. De todas formas, me vino bien…aunque cagaste la sorpresa – hice un berrinche.

- ¿Eso es para mí? – Preguntó con brillo en sus ojos.

- Sí, si lo es, puedes ir a acostarte y yo te lo llevo si quieres…

- Gracias, pero luego… hay algo que quiero decirte primero. – metió ambas manos en los bolsillos de su bata y agachó la cabeza. OH OH…

- ¿Algo va mal? – quise levantar su mentón con mi mano, pero él no me lo permitió. En cambio, comenzó a bajar hasta arrodillarse en frente mío. No pude ni siquiera volver a pensar, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos.

- Isabella Swan…prometo amarte durante cada minuto de nuestras vidas… ¿me harías el honor de casarte conmigo? – su rostro era el de un triunfador, sonriente, seguro. Yo no quería imaginarme como lucía el mío al lado del suyo…debido a todo el llanto.

- Acepto – me abalancé sobre él besando su cara tan perfecta, mientras el me acunaba en sus brazos. – Te amo…

- Como yo a ti. Tú eres mi vida…No quiero arruinar el momento, pero… deberíamos decírselo a Alice…

- No te preocupes – en ese preciso momento, el teléfono de línea sonó – ya lo sabe.

- ¿Cómo demonios lo hace?

- Algún día lo averiguaré, creéme. Ahora, antes de atender… - lo miré fijo a los ojos.

- Dime…

- ¿Prometes que nada de hombres? – intenté contener la risa.

- Lo prometo.

- Te amo, mi homosexual amigo.

- Como yo a ti, Cielo – Dejamos que el teléfono siguiera sonando, y se inclinó una vez más para besarme.

Your Gay Friend: Chapter 12


CAPÍTULO 12: Quédate

Edward's POV

Ver a Bella antes de la entrega de diplomas me rompió el corazón. No parecía ella. Su rostro estaba lleno de dolor, lleno de angustia. No se parecía en nada a mi mejor amiga, siempre con una sonrisa, aunque se estuviera rompiendo por dentro.

Ni la miré durante la ceremonia, pero me sentí demasiado orgulloso al verla subir hacia el escenario para recibir su diploma. Ya era una mujer, y eso era exactamente lo que yo quería, que fuera MI mujer. Luego recordé que tenía un pasaje y una solicitud de Universidad esperando en Italia para el domingo por la mañana. Tal vez pudiese hablar con ella de todas formas. Salí rápido del gimnasio cuando el acto terminó, pero me arrepentí y me volteé para ir a felicitar a Bella y tenerla cerca aunque sea por unos últimos dos minutos. La encontré abrazada a Jacob Black, quien la miraba embelesado. Ya había terminado mi oportunidad. Lo supe cuando ella le devolvió el abrazo.

Llegué hasta mi coche y aceleré, sin importarme nada. Al llegar a mi casa, volví a encerrarme en mi habitación y a llorar, nuevamente. Odiaba mi vida. Al despertarme al otro día, me di cuenta que me había quedado dormido en mis propias lágrimas. Patético.

Tanto el viernes, como el sábado, parecieron semanas. No sabía diferenciar las horas de los minutos. Dormía a cualquier hora y solo salía de mi habitación para comer algo rápido o comprar cigarrillos en una despensa. Supe que era sábado a la tarde porque Alice llegó corriendo desde la casa de Bella, para prepararse, pues Jasper la iría a buscar.

- ¿Seguro que no quieres venir?

- Estoy seguro – dije resignado. No podría soportar un segundos más, viendo a Bella en brazos de otro tipo.

- Llámame cualquier cosa.

- Sí, Allie, adiós – la abracé, despidiéndome de ella. Obviamente, mi hermana no sabía que en unas horas me iría para no volver. Tampoco Emmett, que insistió en llevarme también a la fiesta, pero me negué.

Cuando ambos se fueron, cerré la puerta con tranca y preparé mis bolsos, sacando de las repisas todo lo que me llevaría. Una hora después aproximadamente, alguien golpeó la puerta.

- ¿Quién es?

- Abre la puerta hijo, tenemos que hablar.

- Ya voy, madre – tomé una última bocanada de aire, y me preparé para enfrentarla.

Abrí la puerta con cautela, ella me miraba curiosa. Su boca formó una o cuando vio mis maletas sobre la cama.

- ¿Puedes explicarme esto, por favor? – señaló en dirección a mis pertenencias

- Tengo una solicitud para la facultad de medicina en Italia. El miércoles decidí aceptarla.

- No te puedes ir así – comenzaron a formarse lágrimas en sus ojos. Eso me destruyó.

- Mi vuelo sale mañana a las seis y media, ya no puedo hacer nada.

- Hijo por favor no te vayas – mi madre corrió a abrazarme, llorando. No pude evitar hacerlo yo también.

- Mamá, es lo mejor, necesito esta oportunidad – mentí.

- Yo sé de que viene todo esto. Alice me dijo todo, Edward. – aquel comentario me dejó helado.

- No sé de que estás hablando – intenté hacerme el desentendido.

- ¿Vas a irte sin pelear por ella, Edward? Bella te ama desde que tengo recuerdos. Siempre lo supe, pero por supuesto, tú tenías otras preferencias. Ella ya es tuya, y lo seguirá siendo, aunque estés a miles de kilómetros de distancia, ¡entiéndelo!

- ¿Me acompañarás al aeropuerto? – no iba a ponerme a hablar de Bella nuevamente. Debía escaparme de aquella situación.

- No evites la conversación Edward…

- ¡Un cuerno! No quiero hablar más Esme, sólo dime si tú y papá irán conmigo hasta el que me vaya.

- ¡Lo haremos! – gritó, llorando aún más fuerte.

- Gracias, ahora por favor déjame solo.

Solamente asintió y salió de la habitación, llorando desconsoladamente. Esto estaba haciéndome mierda.

Tuve que aguantar un par de horas más tarde el sermón de mi padre, aunque él se mantuvo un poco más calmado. Sólo faltaba hablar con mis hermanos, pero eso sería cuando regresen. De esa forma, no tendrían forma de hablar con Bella, aunque no creo que hiciera mucho por detenerme tampoco.

Eran las tres de la mañana cuando mi móvil sonó. Me sorprendió ver quién me estaba llamando.

- ¿Félix?

- Edward, ¿dónde demonios te metiste? – de fondo se escuchaban música y gritos. Me estaba llamando desde el Instituto.

- Estoy en casa Félix…

- ¿No vas a venir al baile? ¡Todos están aquí! Debo admitir que las idiotas oxigenadas han hecho un buen trabajo. ¡Hasta a Ang le gustó! Está bailando con Ben Cheney ahora, increíble.

- Eso es genial Félix, pero no iré…

- ¿Por qué?

- Me voy a Italia en unas horas

- No es gracioso… - mi antiguo novio no me creía.

- No estoy mintiendo…

- ¿Pero no habías rechazado la solicitud? – preguntó, extrañado.

- Nunca la rechacé, el miércoles llamé para confirmarla.

- EDWARD NO PUEDES IRTE ASÍ – comenzó a gritar como loco - ¿qué hay de tu familia? ¿qué hay de tus amigos? ¿qué hay de Bella?

- Quiero dedicarme un tiempo a mi persona…

- No es la solución hacerlo en otro continente… ¡vas a arrepentirte! Piensa en todos por favor…

- Estarán bien sin mí. Sólo necesito que mantengas esto en secreto, y ni siquiera se te ocurra hablar con ella de esto.

- Pero… ¿No se han arreglado, verdad?

- No, así que no le digas nada, no quiero que tenga lástima de mí. Por favor, no le digas nada…

- Pero…-volvió a decir.

- Promételo – lo corté.

- De acuerdo – dijo resignado. – Sólo si me prometes que vas a pensarlo.

- Félix, el avión sale en unas horas, ya no hay marcha atrás. Voy a irme a Italia y todo estará bien.

- ¿Qué tú qué? – Una voz chillona desde la puerta me hizo saltar del susto. El teléfono cayó al suelo y observé como las lágrimas comenzaban a formarse en los ojos de Alice.

- Alice, ¿qué haces aquí?

- Vine a verte para ver si estabas bien, y me encuentro con esto… ¡explícame de qué carajos hablas!

- Yo… - intenté excusarme.

- ¡SÓLO REPITE LO QUE ACABAS DE DECIRLE A FÉLIX!

- Alice, me voy a Italia – genial, otra vez comencé a llorar.

- ¿Qué? – Emmett apareció detrás de ella.

- Ya lo oyeron, no quiero repetirlo de nuevo – agarré mi cabeza entre mis dos manos.

- ¿Cuándo? – Emmett comenzó a violentarse.

- El vuelo sale en tres horas y media – agaché la cabeza, avergonzado.

- ¿Vas a irte sin más, dejándonos así? Somos tu familia y lo ocultaste, ¿te has vuelto loco? Deberías quedarte y hacerte cargo de tus errores Edward.

- ¿De qué errores estás hablando?

- De Bella, maldita sea, ¿te escapas por eso? – se acercó y me empujó, tumbándome en la cama. – Pensé que habías cambiado, pero sigues siendo igual de marica que hasta hace un tiempo. ¿Cuándo vas a darte cuenta que no puedes escaparte de todo como si nada?

- Cierra el pico – me paré para enfrentarlo. Nuestras frentes chocaron. Alice sollozaba desesperada para que nos separáramos

- ¡Paren, por Dios! - En ese momento vi algo que me sorprendió. Emmett derramó una lágrima. Me separé un poco y lo abracé. El aún quería golpearme, pero no sé de donde saqué la fuerza suficiente y afortunadamente logré detenerlo. Me devolvió el abrazo, sin querer soltarme.

- Maldita sea, ¿qué voy a hacer sin ti? – rió amargamente mientras me zamarreaba por los hombros.

- Estarán bien – intenté sonar fuerte. - ¿Vendrán a despedirme?

- Lo haremos – dijeron a coro y en ese momento Alice se sumó a nuestro abrazo. Nuestros padres entraron justo, para anunciarme lo que había temido.

- Es la hora – mi padre habló. - ¿Tienes todo listo?

- Sí, ya está todo. Alice…

- Dime…

- Que ni se te ocurra hablar con Bella de esto…

- Pero…

- Nada. Lo sabrá cuando me haya ido.

- ¿No le darás tiempo siquiera para que luche por ti?

- Es mejor así – agaché la cabeza, mintiendo increíblemente. Quería que ella me detuviera, pero eso sería sumamente egoísta de mi parte. Ella debía rehacer su vida.

- Va a odiarme – comenzó a sollozar de nuevo.

- Sólo échame la culpa a mí.

- Pero Edward… Dios, no puedes ser tan masoquista.

- Es el último favor que te voy a pedir en años – se estremeció.

- Argh, está bien – se quejó, pero finalmente me lo prometió.

Miré mi habitación por última vez, con nostalgia. El reloj marcaba casi las cuatro de la mañana. Tenía más de una hora de viaje a Port Ángeles, así que llegaría justo para el vuelo. Nada podría detenerme.

Bella's POV

- NO PUEDO HACER ESTO.

Jacob se quedó mudo ante mi reacción, pero dos segundos después, comenzó a abotonarse su camisa nuevamente.

- Soy un estúpido. Lo siento Bells, no quise apresurarte ni nada por el estilo. Por favor perdóname.

- ¡No se trata de ti Jake! – comencé a ponerme nerviosa.

- Sí, sí se trata de mi Bella. Soy una mierda, un asqueroso pervertido y degenerado… entiendo si no quieres volver a tenerme cerca – me miraba frustrado, y avergonzado, sobre todo.

- Jacob, yo soy la única mierda aquí, ¡Dios Santo, no puedo creer como pude llegar tan lejos! Deja de culparte, por todos los Cielos, ¡deberías odiarme!

- ¿Te has vuelto loca acaso? ¿Por qué debería odiarte? Yo fui el ridículo que te acosó. – me miraba demasiado confundido.

- Jake, me acosté con Edward – comencé a llorar, una vez que escupí la verdad.

- ¡Oh Mierda! – Jacob gritó, anonadado.

- Lo sé, lo sé, soy una maldita hija de perra, mátame si quieres – agaché la cabeza, roja como un tomate.

- No lo eres – Jacob comenzó a reír a carcajadas.

- ¿Disculpa? – no entendía nada.

- Iban a terminar así… – siguió riéndose como si nada – Bella, eras tan obvia.

- Lo siento Jake, el sábado pasado vino a casa, ¿recuerdas? Nos emborrachamos y bueno… luego todo se fue de las manos.

- Siempre supe que ese hijo de puta no podía ser homosexual. – movía su cabeza de un lado a otro, aún con una sonrisa. – La hizo bien… (1)

- Entonces…¿no estás enojado?

- Dios mío Bella, no eres mi novia, no me engañaste, sólo estábamos saliendo. Obviamente te hubiese pedido de ser mi novia si hoy hubiésemos ido un paso más…aunque siempre, pero siempre supe que no me pertenecías.

- Lo lamento – a pesar de que no estaba enojado, no podía evitar sentir culpa por lo que acababa de pasar.

- Deja de disculparte, tontita – me pegó un pequeño coscorrón. – Aunque hay algo que igualmente no me queda claro…

- Dime…

- ¿Por qué has estado tan mal?

- Es largo de explicar…

- Tengo todo el tiempo del mundo – Jacob me sonrió de una manera que me dio confianza, y supe así que el se había convertido ahora en mi amigo, y que verdaderamente quería escucharme.

Le expliqué todo lo que había pasado, absolutamente todo, desde el primer momento en que las cosas dieron un giro inexplicable, tanto para mí, como para quien había sido mi mejor amigo y mi amante – pero que aún no dejaba de ser aquella persona que amaba y que querría conmigo de por vida-. Él solo me miraba, asentía o hacía muecas graciosas, como cuando le conté la forma en que Alice nos descubrió, así como también lo hicieron Emmett y Rose, y también cuando le conté el problema de mis bragas y la cama de Edward.

- Eso lo explica todo – dijo una vez que terminé con mi monólogo.

- Siento haber prolongado esto. Quiero que sepas que jamás te usé Jake, tú me haces bien, eres un ser increíble… tienes…tienes luz propia – me sonrojé por aquella metáfora.

- Sé que no lo has hecho – levantó mi mentón con una mano. – Y también sé que me quieres… pero es evidente que funcionaremos mejor como amigos.

- Lo sé…gracias por todo – lo abracé y el me apretó más contra su cuerpo.

- No tienes que agradecerme…¿qué vas a hacer con Edwarda?

- Jake…

- Se me olvida que ya no se sienta en el Pinocho (2) – acarició su nuca y ambos reímos a carcajadas.

- Aún no sé que haré..., por cierto… ¿me dices la hora?

- Ya son más de las cuatro, ¿quieres ir por un Ponche adentro?

- Seguro – comencé a levantarme, cuando Jake volvió a hablarme.

- Bells, tu móvil está vibrando

- Pásamelo – extendí mi mano y al tenerlo, observé que aquel era un número que no tenía agendado. Me apresuré a atender, pero la persona cortó en ese momento. Observé como una figura masculina corría en nuestra dirección a través del campo, pero no podía ver con claridad. Pude distinguir también, que llevaba un móvil en la mano.

- ¡Bella! ¡Gracias a Dios! Por favor escúchame, ¡es urgente! – creí reconocer esa voz y esa silueta. Grande, musculoso…ay, mierda.

- ¿Quién eres? – rezaba porque no fuera quien yo creía que era.

- Soy Félix – Gritó, agitado. La rabia comenzó a subirme a la cabeza.

- Si vienes buscando a tu novio… - comencé a andar en su dirección - él no está conmigo, no lo molestaré más, no te preocupes - dije con resentimiento mientras me acercaba a él, encontrándolo a medio camino. Observé de reojo como a Jacob, quien me estaba flaqueando, se le escapaba una risa.

- Bella…Edward no es mi novio… ya me ha dicho todo.

- Vamos Félix, vi cuando iban al gimnasio, ya no me mientas…entiendo todo a la perfección.

- Bella, Edward rompió conmigo porque te ama a ti, por favor, ¡escúchame!

- ¿Qué? – no podía creer lo que me estaba diciendo.

- Que Edward te ama, maldita sea Bella, ¿puedes escucharme? Tú sola puedes terminar con todo esto. – tomó mis hombros y los sacudió, exigiendo mi atención.

- ¿De qué estás hablando?

- Recuerdas que Edward recibió la solicitud de Yale…

- Sí, lo recuerdo – puse los ojos en blanco. No quería siquiera pensar en ello.

- Bien, también recibió una de Italia. Creí que la había rechazado, pero cuando hoy lo llamé para saber por qué no estaba en la graduación me dijo que su avión a Italia sale en dos horas y media. Tienes que detenerlo ahora, ni siquiera comprendo por qué lo está haciendo, pero está destrozado Bella, tienes que hacer algo. Me pidió que no te diga nada, pero no puedo mirar hacia otro lado. Sé cuanto lo amas. Por favor, síguelo, ya debe estar de camino al aeropuerto.

El mundo se me vino abajo. DEBÍA detener ese avión. Me quedaba poco tiempo, y tenía que poner un plan en marcha ahora mismo, si quería volver a tenerlo conmigo. ¡Él realmente me amaba! No podía irse sin mí…

- Tengo que pararlo ahora – comencé a caminar de un lado a otro, nerviosa.

- Jake, necesito que me lleves al aeropuerto de Port ángeles ¡ahora mismo! Tengo que estar allí en una hora y media, como máximo.

- Bells, mi coche es una porquería…no vamos a llegar a tiempo – me miró, afligido.

- Yo puedo llevarte Bella, pero mi coche tampoco es muy rápido que digamos – Félix también se ofreció a ayudarme.

- Carajo – comencé a llorar otra vez. Sentía que no había ninguna esperanza. Mi móvil vibró en ese momento. Era un mensaje de texto de Alice. Quería matarla por no habérmelo dicho antes. - ¡Esta maldita va a pagármelas! – grité.

- Bella, los Cullen se enteraron hace apenas una hora que Edward se va. Cuando lo llamé, Alice lo descubrió hablando conmigo, iba a colgar, pero fue inevitable oír la conversación. Tanto Emmett como Alice están destrozados, y decidieron ir a despedirse de él, aunque creo que van a intentar detenerlo. No creo que puedan, y no es por menospreciarlos, pero sólo tú tienes ese poder. Alice no lo sabía, estoy diciéndote la verdad. Lee ese mensaje, tal vez sea importante y te sirva, de verdad.

Levanté la tapa. Era un mensaje en clave, algo que por ser mi mejor amiga, sabía que podría descifrar, y era evidente que no podía hablar en ese momento. Posiblemente estuviera en el coche, con Emmett haciendo de campana para que Edward no notara lo que estaba haciendo.

Gracias a Félix, pude comprender todo. Él me lo había explicado y ahora sabía de qué iba la cosa. Las manos me temblaron al poner la clave de seguridad para leer el texto. Incluso fallé una vez antes de dar con el número correcto.

Edward. Uni. Italia. Aero. Seistreinta. LlavePorsche. Bajoelcanterollave. Félixsabe. Aprsrate. Luego te explico.

- Debo ir hasta la casa de los Cullen, Alice dejó la llave del Porsche bajo el cantero de la entrada. Jacob, por favor, tengo que darme prisa.

- Como ordene, señorita – comencé a sacarme los zapatos y el me tomó del brazo para que mi torpeza no interfiriera.

- Félix – me acerqué a él y lo abracé. No estaba bien odiarlo, y lo sabía. – Gracias.

- Sólo ve – me dedicó una sonrisa sincera. Salí corriendo como si mi vida dependiese de ello. Aunque más bien, si lo hacía.

Nos montamos en el carro de Jacob, y tomó un atajo para llegar más rápido a la mansión.

Efectivamente, las llaves con el llavero de Winnie Pooh de Alice se encontraban bajo el cantero donde había una pequeña nota.

Ya sabes manejarlo. Si estás demasiado corta de tiempo, pon los cambios automáticos. No tengas miedo, no vas a chocar ni nada por el estilo, ya lo hubiese visto. Date prisa. Allie

- No sé como mierda voy a conducir este maldito coche – me quejé mientras me acercaba al garaje, para abrir el portón y sacar el auto.

- Tú puedes Bells, esto depende de ti ahora.

- Acompáñame – le rogué.

- Si Edward me ve contigo, no va a parar a escucharte. No puedes tener nada en tu contra Bells, debes hacerlo sola.

- De acuerdo – las manos me temblaban y sentía que las piernas podrían fallarme en cualquier momento, pero decidí sacar fuerzas de vaya uno a saber donde.

El portón terminó de abrirse y destrabé el auto, donde me zambullí una vez que escuché el clic de las puertas abriéndose. Maldito coche ostentoso. A pesar de odiarlo tanto, lo necesitaba más que nunca.

Pude observar a mi izquierda, el volvo plateado de Edward, cubierto con una lona. Se lo enviarían después a Italia, seguramente. Me estremecí de sólo pensarlo. Puse el motor en marcha y me dispuse a salir hacia la carretera. Bajé la ventanilla para hablar con Jake, antes de acelerar.

Cualquier novedad que tengas no dudes en llamarme. Si hablas con Félix, dile por favor que lo llame y hable con él, pero no que no le diga que estoy de camino. Voy a textear a Alice ahora. Gracias por todo.

- Bells, deja de agradecer y acelera de una puta vez. Luego te llamo. Róbate al gay…digo a Edward.

- Adiós Jake – reí nerviosa y pisé el acelerador. Me estremecí al ver que casi volaba. Me costaba manejar, además de que el vestido que me llegaba a los pies no ayudaba mucho. Tuve que levantarlo bastante para que no molestara al pisar los pedales. Cuando salí a la carretera me tranquilicé y decidí mandarle un mensaje a Alice, para que supiera que estaba al tanto de todo.

Ya sé todo. Voy de camino, intenten pararlo.

Otra vez comencé a llorar como idiota, aunque albergaba algo de esperanza en mí. Tenía que hacer algo para distraerme un poco.

Llamé a Jasper.

- Jazz, por favor escúchame.

- Bells, estoy con mi hermana en el coche de camino al aeropuerto. Alice me llamó hace un rato, ¿dónde estás?

- En el Porsche de Alice, en la autopista. Tengo para un poco menos de una hora de viaje.

- Voy a llamar a Alice, haremos algo para detenerlo, pero debes apurarte, no servirá si no estás ahí.

- Lo haré. Luego te llamo. - Colgué el teléfono y un rato más tarde, encendí el estéreo, más precisamente la radio, para encontrarme con algo que aún me puso más nerviosa.

- IT´S SO CLEAR NOW THAT YOU ARE ALL THAT I HAVE. I HAVE NO FEAR 'CAUSE YOU ARE ALL THAT I HAVE. IT´S SO CLEAR NOW THAT YOU ARE ALL THAT I HAVE, I HAVE NO FEAR 'CAUSE YOU ARE ALL THAT I HAVE.

- ¡Mierda! ¿Se han puesto todos de acuerdo para arruinarme? – grité enojada y me di cuenta que ya estaba entrando a Port Ángeles. Y encima alucinaba.

- Son las 5 y media de la mañana, seguimos con nuestro especial de trasnoche por Radio Forks. A continuación, un clásico de la revelación de la música Pop del siglo XXI. "Please, don't leave me". Suena Pink en radio 58.2 Radio Forks.

- ¡Puta madre! – apagué la radio. Canción de mierda. Además de que estaba llegando tarde.

Pisé el acelerador como una maldita loca, agradeciendo que no hubiera nadie en la calle principal de Port ángeles. Sólo me quedaban un par de calles hasta el aeropuerto, incluso ya lo divisaba. Ingresé en el parking del Aeropuerto en Port Ángeles y busqué una maldita plaza para dejar ese maldito coche, que por cierto, si no le daba una maldita propina al valet parking, podría desaparecer como por arte de magia. Gracias a Dios encontré un lugar cercano a la puerta principal. Salí volando y texteé a Alice.

Dime ya la plataforma. Estoy en el aeropuerto.

Me respondió automáticamente, como si estuviera esperando mi aviso y supiera exactamente que iba a ponerle.

Plataforma 98, segundo piso. Apresúrate, ¡está subiendo!

- ¡Carajo! - Entré desesperada, dejándole diez dólares al pasar al cuidador. Comencé a meterme entre el tumulto de gente y logré llegar a las escaleras. Me hice un tajo largo en el vestido para poder subir de dos en dos los escalones. – Luego vas a agradecerme Alice…- Pensé. Algo me pinchó en ese momento. Había olvidado que me había quitado los zapatos. El dolor no importaba ahora. Llegué al segundo piso y vi las caras desesperadas de mi segunda familia, que me hicieron señas hacia donde estaba la plataforma.

Corrí como nunca antes, hasta divisar el número que estaba buscando. Ya casi todos habían abordado, y eso que faltaba casi media hora para el vuelo. Me planté en el medio del amplio pasillo. Cansada. Corrí otra vez hasta la entrada al avión.

- Tengo que detener a alguien, por favor, déjeme pasar – le rogué a la azafata.

- Lo siento señorita, eso será imposible.

- Se lo ruego…- casi me arrodillo para que me permitiera ingresar.

- No puedo permitirlo, no está en mis manos. – la fulminé con la mirada y me di la vuelta, llorando desesperada.

- Muchas gracias – dije con sarcasmo, limpiando mis lágrimas.

- ¡Últimos minutos para abordar! Gritó la joven de cabellos negros.

Todo estaba perdido, seguí alejándome para reencontrarme con Esme, Carlisle, Alice y Emmett, en ese momento, llegaron agitados Rose y Jazz. Todos me miraban tristes. De pronto, la mirada de Alice cambió. Una gota de esperanza pasó por ella. Volteé y allí estaba. Distinguí entre la multitud ese cabello cobrizo que había tocado durante tantos años. Los ojos me lloraban, pero ya no era de tristeza. Tenía pocas fuerzas, pero debía usarlas. Tenía que gritar antes de que fuera tarde, pues esa silueta se acercaba cada vez más a la Plataforma 98. Volví a correr hacia la dirección por donde vine, y finalmente me paré en seco, para lanzar un aullido que esperaba que escuchara.

- ¡EDWARD!